Cambio de planes

Madrid es el escenario de una multicultural historia de relaciones humanas que da un tono rosa a esta cinta de Paco Arango. En un esfuerzo por rescatar los valores familiares, Cambio de planes quiere sentirse fresca al estilo de Elsa y Fred (2005) y aunque no lo logra del todo, evoca sentimientos románticos y esperanzadores en el tipo de audiencia que gusta de ellos.

Sin mucho preámbulo, Paco Arango nos presenta un matrimonio que atraviesa por los problemas posmodernos más comunes y, en su primera dirección cinematográfica conocemos a Manolo (Diego Peretti), un padre de familia que ha cumplido con sus deberes pero cuya emoción por vivir está desvanecida. Entre la crisis de la mediana edad y los altibajos de la vida promedio, Manolo está resignado a la falta de emoción laboral, paternal y romántica.

Mientras tanto, el destino se encarga  de repartir lecciones de vida a través de Antonio (Andoni Hernández), un chico con el que Manolo se topa en el hospital cuando va a hacerse un estudio a causa de un accidente bastante dudoso. Víctima de Antonio, Manolo no tiene de otra más que ser cómplice del niño que lo aborda para salirse con la suya y que padece de un cáncer avanzado.

La vida tiene sus planes bastante expuestos en el guión de Arango y a los pocos minutos podemos imaginarnos el resto de la historia. Sin embargo, los toques de humor circunstancial e inocente de la cinta se encargan de distraernos, al tiempo que suceden las reflexiones planeadas en cada personaje y que la audiencia encontrará cómo disfrutar.

Las dificultades de la enfermedad de Antonio se mezclan con coincidencias de todo tipo y enredan la trama hasta un punto en que pasan demasiadas cosas. Los personajes que el guión abarca son bastantes y muchos de ellos tienen un tono protagónico en algún momento de la película, por lo que ésta resulta en demasiados sucesos para ser contados a profundidad y una mezcla de situaciones un tanto innecesaria.

Todo lo anterior es justificable con la frase “basada en una historia real” y es opacado por el mayor error de la cinta: el casting de Jorge García (Hurley en Lost) como un mexicano que trabaja en España para mandar dinero a su familia en México. El acento de Jorge es claramente estadounidense y rompe con toda verosimilitud que su personaje pudo haber tenido mientras que su “familia” es lo menos creíble de todo.

Como se espera de las cintas de este estilo, todo se explica y se detalla a fondo. Cada cabo suelto debe atarse y dejarse claro ante la audiencia para construir una conclusión digerida y lineal que pueda transmitirse sin problemática de ningún tipo. En este caso, la buena intención vence a los hoyos y sobreexplotación de recursos cinematográficos pero ojo: no los justifica.

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Jaime Azrad