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Columnas

Lennon 32

14-12-2012, 11:24:11 AM Por:
Lennon 32

Recordando la película Imagine, de 1988, en conmemoración de los 32 años de la muerte de John Lennon

No recuerdo la última vez que olvidé recordar el aniversario luctuoso de John Lennon. El pasado 8 de diciembre habrá sido la primera vez en años que no sumo para no sentir que el asilo ya me está esperando a la vuelta de la esquina. Olvidé no olvidar y eso no me hace sentirme orgulloso, pues me había comprometido conmigo mismo a no dejar pasar esa fecha sin rendirle honores al primer Beatle. Eso aunque su figura ya no significase para mí  -como ha sucedido- lo que significó cuando tenía dieciséis años y el mundo era una sábana revuelta, lista para estirarse y tenderse, para lavarse y dejarse secar al sol.

No, Lennon dejó de ser «ese» John Lennon para mí hace tiempo. Tal vez he escrito demasiado sobre su persona o me leí demasiadas biografías suyas -muchas de ellas obsesionadas en despegar (con espátula, que no hay otra manera) al hombre del mito- o escuché sus canciones sin otorgarme ni media pausa por años y años, hasta soñarlas y ensoñarlas, hasta tararearlas en esa extrañísima frontera que divide a la vigilia de la inconsciencia que regala la noche. Aunque quizá lo que sucedió fue simplemente que me vi invadido, como todos los que, aún negándose a la idea, crecen, por una serie de prioridades que de repente me dejaron sin tiempo o que me obligaron a orientar las ovejas de mi tiempo hacia otras lomas de césped. Y evitaré citar la palabra madurez porque siempre me ha parecido bastante ñoña y estúpida y tramposa en su necedad por resumir una verdad que de común es bastante compleja.

Pero ya sin ganas de abundar en lo que Lennon fue, es, ha dejado de ser o sigue siendo, tengo que aceptar que el músico guardará un sitio en mi cabeza hasta el momento en que, como él, yo también me convierta en polvo de estrellas. Y ciertamente todavía gozo hasta el hartazgo de muchas de muchos de sus temas (la mayoría, la verdad, de los que compuso en la era Beatle). Incluso hace poco me aventuré a considerar la posibilidad de que Imagine no sea una de sus peores canciones, como siempre he pensado (seamos sinceros: la verdad tanto musicalmente hablando como a nivel de letra es bastante limitadita). ¿O sí? No lo sé. Lo cierto es que la otra vez que la escuché -o más bien, que la miré- casi lloré, aunque creo que eso se debió a que el que la cantaba era un chico lisiado de origen iraquí al que una mujer australiana recogió de una caja de zapatos y decidió adoptar. Caí en el truco del sentimentalismo televisado. Y qué. Yo también tengo corazón y reto a los más duros a que busquen el video. El programa era The Voice of Australia… ¿o era The Voice of England?

Pero probablemente lo mejor que puedo hacer en este momento, en esta pausa de ese tiempo mío al que tanto le da por limitarse o hacerse el limitado, sea recapitular. Es lo más justo -para Lennon y para mí-. Volver hacia esa noche en que, acompañado de mi padre, salía de la sala del Cine Apolo Satélite, fuera de esa pantalla inmensa y blanquísima, a la que yo veía tan grande como el estómago de una ballena, después de haber visto la proyección de Imagine, el documental de 1988 que dirigió un tal Andrew Solt. Rememorar que era una noche fría y muy oscura y que en el coche, de camino de vuelta a casa, no dije casi nada porque era presa de una angustia extraña que me caminaba por dentro del pecho como un ciempiés, una angustia que hizo que de repente el mundo me pareciera el sitio más injusto que podía haber en el universo. Una angustia que me duró por varios días y que todavía, como un virus crónico, se activaba cada vez que escuchaba A day in the life y ese caótico y neurótico y nauseabundo crescendo me recordaba la imagen de las gafas de Lennon salpicadas de sangre y rebotando en suelo, imagen que Solt decidió utilizar para representar visualmente, de manera metafórica, el asesinato del músico y que ahora podría pecar de inocente o facilona, pero que en ese día me pareció lo jodidamente más triste que había visto en película alguna. 

Fue así, creo, luego de esa noche, que decidí hacerme ferviente Lennonista. Y lo sigo siendo, a mi manera, con mis ovejas pastando aquí o allá. Tarareando, aún, de cuando en cuando, canciones en las fronteras de todo. 

Descanse Usted en paz.

 

 

 

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autor Colaborador en web y revista Cine PREMIERE desde 2006. Me especializo en anime/manga, comics, doblaje, tecnología y videojuegos. Mis sagas favoritas: Doctor Who, Star Trek, Dragon Ball y Star Wars. Batimaníaco, geek ochentero y hardcore gamer.
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