Berlinale 63: Día siete

Tengo que confesar que apenas he visto alguna cinta dirigida por David Gordon Green. Hasta donde tengo entendido goza de un buen número de seguidores, lo que revela que quizá sus películas portan, al menos un poco, de aquel sello personal que todo cineasta persigue. Sin embargo, en lo personal no guardaba grandes expectativas de Prince avalanche, filme que se exhibió el día de hoy en la sección oficial de la Berlinale y que es protagonizado por Paul Rudd y Emile Hirsch. Y es que, seamos sinceros: ¿se podía esperar mucho del también responsable de dirigir al ex gordito Jonah Hill como cuidador de niños en la palomera The sitter? 

Sin embargo, y con la misma franqueza, acepto que Prince avalanche es una película bien hecha. Y más que bien hecha es un filme sencillo, fresco, sin grandes pretenciones, de esos que se agradecen dentro del inevitable muestrario de exacerbados afanes intelectuales que contiene cualquier festival de cine y que a veces resultan infumables. Buddy film pero en serie B, Prince avalanche se adentra en las emociones y delirios de dos hombres que poseen el trabajo más aburrido del mundo (pintar las líneas de los carriles de las carreteras menos circuladas de Tejas), lo que les obliga a acampar en medio de la naturaleza -un tanto lastimada, a causa del feroz incendio que sufrió la zona un año antes- y a no tener otro intelocutor que ellos mismos. Cabría únicamente mencionar que, más que un remake se trata de una reinterpretación de Á annan veg, filme islandés de 2011 que en su momento tuvo una buena acogida en festivales y taquillas en el circuito europeo.

Bastante menos accesible fue An episode in the life of an iron picker, cinta tan atípica como su título y que, a través de la actuación-no actuación de sus protagonistas -recurso que parece que cada vez está más de moda-, relata la incontestable miseria en la que vive una familia sinti dentro de una chabola bosniana. En mi opinión, el problema de canjear el uso de actores por personas reales es la contención de ademanes, emociones y gestos de la que éstas son víctima tan pronto la cámara se enciende y que, desde mi juicio, es inevitable. Ello hace aún más difícil que la audiencia logre, ya no empatía, sino siquiera un tipo de conexión con lo que ve en pantalla. Al menos Danis Tanovic, el director, contó con la sensibilidad suficiente -y que, por cierto, muchos otros supuestos cineastas no tienen- de saber que su producto es complicado y por ello no le dejó rebasar los 77 minutos.

El cierre de este día vino con Night train to Lisbon de, ay, Bille August, director que me provoca la misma reflexión a cada que me cruzo con una de sus películas: «¿pero no es este tipo el mismo de La casa de los espíritus?». La cinta de hoy no fue diferente: allí están la buena iluminación, el desplazamiento de cámara correcto y un casting lleno de nombres grandes, sí, pero también ese tono melodramático-literario-barato que acostumbran sus cintas y con el que yo nomás no puedo. Digo, ¡hasta repitió Jeremy Irons! Ya nada más faltaba que Isabel Allende apareciera en los créditos como co-guionista. 

Y es con esta última observación que llegamos casi a la recta final del festival. Habrá todavía, eso sí, otro post con la información de las películas vistas mañana y el viernes, así como otra más que incluya las cintas e histriones premiados con los famosos Osos de Oro y Plata. Si estuviera en mis manos yo daría a la cinta chilena, Gloria, los premios por mejor película y mejor actriz, pero me temo que, como me pasa casi cada año desde hace ocho que empecé a cubrir este gran festival, los resultados finales diferirán de mis pronósticos.

O tal vez no.

Gracias, por demás, por compartir este pequeño viaje conmigo.

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Julio Vélez Colaborador en web y revista Cine PREMIERE desde 2006. Me especializo en anime/manga, comics, doblaje, tecnología y videojuegos. Mis sagas favoritas: Doctor Who, Star Trek, Dragon Ball y Star Wars. Batimaníaco, geek ochentero y hardcore gamer.