Una buena mentira

Phillipe Falardeau, nominado al Oscar por la cinta Monsieur Lazhar como Mejor Película Extranjera, dirige Una buena mentira (The Good Lie), filme que retrata la migración de refugiados sudaneses a Estados Unidos en el 2001. Basada en hechos reales, la historia toma como referencia a los ‘Niños Perdidos’ (Lost Boys), huérfanos de la guerra civil de Sudán, quienes en 1983, tras la destrucción de sus aldeas, se vieron forzados a caminar alrededor de 1,600 kilómetros para encontrar seguridad en los campos de refugiados. 15 años después, algunos fueron ‘rescatados’ por una campaña humanitaria norteamericana. 

En Una buena mentira, Theo, Mamere y Abital son los hijos del jefe de una aldea que ha sido destruida por la milicia. Ante la muerte de su padre, Theo, como primogénito, se ve obligado a asumir el liderazgo para poner a salvo a sus hermanos. En largo camino rumbo al campo de Kakuma en Kenia, los niños se encuentran con Jeremiah, quien a sus 13 años es un hombre de fe, y con Paul, un hábil adolescente. Juntos se enfrentan a toda clase de peligros y se ven obligados a tomar decisiones muy difíciles.

13 años después de su llegada a Kakuma –en donde han crecido con muchas penurias pero aparentemente sin mayor complicación– son elegidos para reinstalarse en Estados Unidos. Parece ser el principio de un final feliz, pero la realidad es que les resulta muy complicado adaptarse a una cultura de comida rápida, internet y liberación femenina, cuando ellos ni siquiera habían visto un telefono. En este reto tendrán como aliada a Carrie Davis (interpretada por Reese Witherspoon) quien es la encargada de ayudarlos a encontrar trabajo. El choque de sus respectivas culturas fomentará a la larga una relación de amistad profunda que llevará a Mamere de vuelta a Sudán para resolver un conflicto del pasado.

Aunque la actuación de Whitherspoon es buena, sin duda lo que destaca es la participación de los actores sudaneses Arnold Oceng, Ger Duany, Emmanuel Jal y Nyakuoth Weil, quienes en la vida real también fueron huérfanos de la guerra. 

Una buena mentira es una cinta que vale la pena ver por la reflexión que ofrece en torno a las diferencias de la experiencia humana que ocasiona la guerra, la pobreza y la injusticia, pero decepciona un poco el que su manufactura independiente no haya podido evitar la decoración hollywoodense. Si bien la película es conmovedora, opta por un punto de vista un tanto light, que parece no querer entrar de lleno en el drama de la realidad que pretende retratar.

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Claudia Llaca Ama el aroma a celuloide por las mañanas porque lo suyo, lo suyo, lo suyo es el cine. Dice que es el único que sigue haciéndole ofertas que no puede rechazar.