El apostador
The Gambler con Mark Wahlberg vale la pena por la construcción de un protagonista detestable.
Amantes del cine: El apostador (The Gambler) es una pieza que deben ver. Los motivos quedarán claros en el 3er párrafo. Mientras tanto, hablemos de su protagonista, Mark Wahlberg.
Wahlberg es un hombre de industria: es una estrella taquillera y a sus proyectos como productor (El peleador, Boardwalk Empire) pronto se sumará la anhelada película de Entourage y el filme que hoy nos ocupa. ¿Y por qué está aquí Mr. Wahlberg? Primero, porque encontró un papel a su medida, pues aquí a pesar de que nunca ha sido un gran actor (Los Infiltrados es el cenit de su carrera), sí es una presencia cumplidora y agradable. Segundo, porque éste es su show: aparece en todas las escenas, pero hábilmente se cobija con un reparto de lujo: Jessica Lange (su millonaria madre) Brie Larson y John Goodman, cada uno con un monólogo para brillar, aunque sea un momentito.
Estamos en una lujosa casa de apuestas en California. En poco tiempo, Jim Bennett (Wahlberg), un rico heredero, ya está endeudado con el dueño del casino y con un prestamista-usurero-gángster-matón. El problema no es ése, sino que de ahí en adelante lo veremos preocuparse n-a-d-a por su deuda. Acaso se interesa por una cosa en la vida: que 3 estudiantes de excelencia (¡ah, porque de día da clases de literatura!) destaquen en su campo: uno como tenista excepcional, otro como estrella de basquetbol, y una más (Larson), como escritora.
Por eso es valioso El Apostador para el cinéfilo consumado: pertenece a ese 1% de películas donde el protagonista no resulta empático. Al personaje le gusta autosabotearse, y eso molesta… mucho. Aquí no hay demonios por exorcizar: Bennett juega por jugar, no para ganar. Olvidémonos de esos momentos tensos ‘de casino’ que finalizan con victorias: no los hay.
Remake del filme de 1974 y ligeramente basada en el clásico de Dostoyevski, El Apostador vale la pena por la construcción de un protagonista detestable y algunos chispazos más: las escenas en el gueto oriental ejecutadas con tacto, el reparto secundario, el discreto uso de la música –en favor de ruido ambiental– y una simpática escena con un valuador. ¿ Wahlberg lo hace bien? Sí, pero es más convincente como profesor que como apostador empedernido.Si a la desesperación que provoca la nula empatía con el protagonista sumamos unos lamentables minutos finales, estamos ante una película que vale la pena –reiteramos– si se desea discutir largo y tendido el arco narrativo de Jim Bennett, y nada más. Sobre advertencia, no hay engaño.
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