Alma salvaje

A los 26 años y tras la muerte de su madre, la escritora estadounidense Cheryl Strayed le puso pausa a la vida para hacer el viaje que se convertiría después en un bestseller: su caminata de mil 100 millas por el Sendero de la Cresta del Pacífico, que abarca desde la frontera de Estados Unidos con México, hasta los límites con Canadá.

Ahora, las memorias de esta odisea son adaptadas en Alma salvaje (Wild), de la mano de 2 creativos que no son ajenos a las historias de la vida real: el director Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club) y el guionista Nick Hornby– quien también adaptó las vivencias de Lynn Barber en Enseñanza de vida. El resultado es una película que, contrario a lo que puede suponerse, no se trata del encuentro de una mujer solitaria que se enfrenta a las inclemencias silvestres de la vida en la intemperie. Sí, es una historia sobre el choque con lo salvaje, pero la naturaleza definitivamente no es la protagonista.

Ello se deja ver en la forma en que Jean-Marc Vallée deja en un plano secundario a la belleza de las vistas montañosas, para concentrarse en la travesía interna de su senderista, quien, en su duelo, ha perdido el rumbo de su vida. Y justo cuando empezamos a sentirnos decepcionados por lo indiferente de esa primera toma de paisaje, aparece Reese Witherspoon.

En uno de sus mejores papeles desde que la vimos como June Carter en Johnny y June Pasión y locura, Witherspoon sostiene una interpretación honesta y emocionalmente poderosa como Cheryl, una mujer que ha prometido caminar hasta convertirse otra vez en la persona que era antes. Adolorida, cruza desiertos, valles y bosques, tratando de avanzar a pesar de lo que lleva a cuestas: una mochila desproporcionada –error de excursionista novata–, además de un divorcio, un pasado de adicciones y una madre muerta que regresa a su mente al menor estímulo.

Por medio de flashbacks, conocemos los eventos que la han llevado hasta ahí, secuencias en las que destaca Laura Dern como la madre. Sin embargo, puede que esos pedazos de memorias continuas sean el talón de Aquiles de un argumento por demás convincente, pues, aunque arrojan la luz sobre su carga emocional, son un poco cansados. Aun así, son coherentes con la propuesta de Vallée, que es mostrar un viaje más interno que externo: Cheryl enfrenta serpientes de cascabel, hambre y sed en el recorrido, pero no se compara con lo que se topa en ella misma.

Wild no es una película “revolucionaria” en términos técnicos o conceptuales, como otras contendientes a la temporada de premios– como Birdman o Boyhood Momentos de una vida–, pero logra una historia con una declaración emocional fuerte, que termina por ser una alegoría de cómo logramos eso que pensamos nos es imposible, de la fuerza que se necesita para vivir y, sobre todo, para enfrentarnos a nosotros mismos. Nada más salvaje que eso.

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Jessica Oliva Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.