La dama de oro
Helen Mirren, como siempre, está fantástica, pero Woman in Gold deja mucho a desear.
La nueva película de Helen Mirren es una impecable fábula, bonita y ganadora, testamento de la importancia del legado y la identidad. Narra la extraordinaria historia, llena de asombros, en torno al robo y rescate, en la vida real, de la pintura de Gustav Klimt que le da título, por parte de la conservadísima, elegante y más que sublime María Altmann, sobrina de quien fuera la inspiración para el retrato.
Luego de Mi semana con Marilyn y con una mayor experiencia en las pantallas televisivas, Simon Curtis dirige esta película con pulso de cirujano, para no dejar cicatrices muy evidentes pero sacar los sustos y los suspiros necesarios para conquistar al espectador.
Apenas al borde del chauvinismo, típicamente musicalizada con una orquesta llena de cuerdas, luego de Operación monumento, La dama de oro aborda también el aparentemente inagotable tema del holocausto.
Nuevamente protagonista, Helen Mirren demuestra encontrarse como pez en el agua, tan óptima en el carismático y entrañable papel de Maria Altmann, dotándola de una encantadora amabilidad, en su nueva vida como una señora californiana, como de tristeza y amargura cuando se trata de tocar los temas sensibles de su pasado, cruciales para la trama.
En la batalla por el retrato de su tía Adele, Maria se apoya en Randol Schoenberg, nada menos que Ryan Reynolds. El talentoso galanazo aquí interpreta a un abogado que pone toda su carrera en el caso. Casualmente, el personaje es verdaderamente el sobrino del compositor musical igualmente afectado por los hechos de la Segunda guerra mundial.
Al elenco se suman también el excelente, para bien y para mal, Daniel Bruhl. Además del discreto regreso a las pantallas de Katie Holmes y de la talentosa Tatiana Maslany (de la serie Orphan Black), en el papel de María de joven, hablando casi enteramente en alemán.
El filme tiene todo a su favor para ganar la atención de cualquiera, especialmente los incautos que se la encuentren por casualidad. Hasta te deja con antojo de strudel.
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Alejandro Murillo Alejandro estudió en el CUEC; escribe sobre cine desde antes de querer dirigir películas. Sus pasiones son grabarlo todo sin límites, programar películas en cineclubes y los títulos “jamás estrenadas en México”.
