Magic Mike XXL

El eslogan de esta película pudo ser: «Los strippers también usan ropa». Afortunadamente, como dice el dicho: Soderbergh está en los detalles y la secuela de esta nueva franquicia melodramática –que muy fácilmente podría llamarse “Sólo para mujeres”– viene dirigida por quien en la anterior fuera asistente de dirección y conserva el fino naturalismo de la anterior. Esta cualidad es un enorme valor en las películas más discretas del mencionado genio, pero Magic Mike XXL desecha la oportunidad de reivindicar el desnudismo para conformarse con algo más parecido al estilo de la segunda entrega de Sex and the City o las cintas de aventuras tipo Magneto o las Spice Girls.

Sin embargo, repetimos el dicho: Prevalecen los discretos encantos de la primera entrega. Especialmente esas hordas de clientas de todas las tallas, un público de anónimas conformado por una multitud de rostros comunes y corrientes pero distinguidos y dotados de silenciosa profunda expresión cargada de sospechosa espontaneidad. Todo un regalo. Igualmente ocurre con los números musicales, sólo que esta vez prestos a la franca ridiculización. Casi todos son un reto a los prejuicios de la edad, compensada por los esculturales físicos de nuestros héroes, apenas envejecidos tres años pero ya con reumas.

Así de rápido se hizo obsoleta la histeria por el carpintero desnudista. Casi tan rápido como el grupo se reúne completo nuevamente. Tal vez sólo menos rápido de lo que deciden quitarle creatividad a la fantasía del bailarín sin ropa, quedando reducida al puro acto sexual, que manifiesta una patente agresividad vacía, frívola, predecible, pagada con cientos de billetes de utilería.

Probablemente por eso lo más brillante de la película sean sus invitadas especiales, lideradas por una Jada Pinkett Smith de elegante sensualidad zorrona (exigimos su premio Oscar), seguida de una liberada y fogosa Andie McDowell (ídem). Ambas, antídoto perfecto para el exceso de confianza del grupo de machos al mando.

A todo mundo se le olvidó que Magic Mike puede pasar por un refrito de Todo el nada… El Full Monty, pero hecho en Florida. Un grupo de bio-hetero-hombres divididos entre el trabajo digno y unos dólares extra. Aun en la distancia, aquella mini comedia inglesa, candidata al Oscar de Mejor película, sigue estimulando más la dignificación del desnudismo comercial, que cualquiera de esta nueva franquicia.

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Alejandro Murillo Alejandro estudió en el CUEC; escribe sobre cine desde antes de querer dirigir películas. Sus pasiones son grabarlo todo sin límites, programar películas en cineclubes y los títulos “jamás estrenadas en México”.