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Cine

La gran apuesta

05-01-2016, 11:17:46 AM Por:
La gran apuesta

El director Adam McKay convierte a la burbuja inmobiliaria en una de las cintas más entretenidas del año.

Cine PREMIERE: 4
Usuarios: 3.5
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Lo primero que viene a la mente al sentarse en la sala para ver La gran apuesta (The Big Short) es: ¿a quién se le ocurrió tomar algo tan solemne y enrevesado como la caída del mercado inmobiliario en 2008 y convertirlo en una sátira llena de cameos, cinismo y –hay que decirlo– pelucas noventeras cuestionables? Suena a una locura, y lo es; después de todo, no siempre aparecen filmes que nos dan la oportunidad de aprender términos como “obligaciones de deuda colateralizada” de la boca de Selena Gómez o Margot Robbie. De hecho, el resultado es algo que sólo podía haber ideado un autor un poco “fuera de lugar”, alguien fresco, con otra perspectiva por estar lejos del campo de expertise, no sólo en lo que respecta a los temas financieros sino a todo lo que se conoce como cine “serio”. En otras palabras, alguien con alma analítica pero sin ese miedo de experto de decir las cosas graves con humor, la única herramienta crítica capaz de hacerlas asequibles.

Esa persona por fortuna existe y se llama Adam McKay –exescritor de Saturday Night Live, guionista de Ant-Man, y director de comedias como Al diablo con las noticias–, quien ahora entrega algo excepcional: una de las películas más entretenidas del año, sobre uno de los acontecimientos más dolorosos en la historia reciente de la sociedad norteamericana. 

Basada en el bestseller de no ficción del escritor Michael Lewis –libro que el director se topó mientras planeaba otra cinta–, La gran apuesta bien podría considerarse una cinta de desastre. Muestra los años que precedieron a la catástrofe financiera a través de las historias reales de aquellos pocos bichos raros que se dieron cuenta antes que nadie de ella… y que supieron sacarle ventaja. Estos inadaptados, líderes de fondos de inversiones, son interpretados por un elenco repleto de estrellas (una gran estrategia sin duda para atraer de primera cuenta a los indecisos a las salas): Ryan Gosling, Steve Carell, Christian Bale y Brad Pitt (en un rol menor, pero quien funge también como productor a través de su compañía Plan B). 

Todos ellos ofrecen actuaciones memorables –una vez más, Steve Carell demuestra que tiene mucho que ofrecer fuera de la comedia simplona–, explotando hasta la última gota de un guión ingenioso pero casi imposible. Los actores disparan diálogos sobre “hipotecas de alto riesgo subprime” o “CDO’s sintéticos” con naturalidad, aplomo y hasta carisma. Mientras tanto, McKay resuelve la pesadez del tema y la terminología financiera con un simpático recurso para la audiencia: el rompimiento constante de la cuarta pared. Ryan Gosling sirve de narrador, además de que varias celebridades aparecen de pronto para explicar los conceptos más difíciles.

Con su guión, McKay también dota a sus personajes de una visceralidad poco vista. A diferencia de otras películas sobre el siempre fascinante mundo de Wall Street, aquí no hay absolutamente nada sexy en la representación que se hace de estos “lobos” financieros, supuestos amos del universo. Nadie porta bien esos trajes (ni siquiera Ryan Gosling). Lo que sí vemos es a personajes excéntricos con un problema ético, determinados en ganarle a un sistema bancario corrupto, pero muy lejos de ser héroes o villanos. Su trabajo consiste en aprovechar oportunidades para ganar dinero, aunque eso signifique apostarle al lado contrario al bienestar social.

A pesar de su aparente descaro, esta no es una película cínica. De hecho, transmite una postura muy firme: la indignación. Indignación ante la falta de castigo que hubo hacia los culpables de la crisis y las medidas cuestionables que la administración de Obama tomó al respecto. Quizá es ahí en donde la cinta tiene su mayor debilidad: es, de cierta forma, una constante queja destinada a incendiar los ánimos. Adam McKay está enojado, y se nota. No le da otra opción al espectador más que la de sentir eso, indignación. Sin embargo, la objetividad no es algo que se extrañe demasiado en este tipo de temas. Después de todo y al final, La gran apuesta no es más que una verdadera historia de terror. 

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autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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