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Cine

Brooklyn: un nuevo hogar

09-02-2016, 6:42:22 PM Por:
Brooklyn: un nuevo hogar

Un empático y sutil drama de época que triunfa por una sola razón: Saoirse Ronan.

Cine PREMIERE: 4
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Una de las reglas de oro de la seducción tiene que ver con algo que ya casi no se ve en pantalla últimamente: la sutileza. Bien se dice por ahí que el máximo seductor es aquél que logra meterse en los corazones sin que la víctima lo sepa. El maestro del bajo perfil. Si tomamos esto en cuenta, podríamos decir que Brooklyn es la máxima seductora: una obra maestra de la sutileza y de pretensiones delicadas, que logra superar el sentimentalismo de un dramón de época para convertirse en un empático y emotivo relato de desarraigo y nostalgia. Mucho de este triunfo se debe a la visión fina de su director John Crowley (y a la adaptación que hace Nick Hornby de la novela homónima), pero después de verla creemos que es bastante válido decir que su completo éxito se debe a una sola y sencilla razón: Saoirse Ronan. 

Desde que la vimos en Expiación, deseo y pecado hace nueve años, quedó claro que la actriz irlandesa es capaz de dar actuaciones fuertes y emocionales tan sólo con sus ojos. Aquí lleva ese talento al máximo al interpretar a Eilis Lacey, una joven irlandesa tímida y sensible, que es persuadida para dejar su hogar (en el que vive con su madre y hermana) para irse a Nueva York, en donde las promesas de mejor educación y empleo son mayores. Su travesía y llegada a la ciudad de Brooklyn nos da un vistazo a la diáspora irlandesa del siglo XX, pero sin ahondar mucho en las implicaciones sociales ni religiosas –a pesar de la presencia del padre Flood (Jim Broadbent), quien la ayuda a encontrar una nueva vida neoyorquina y a apaciguar su nostalgia–.

Sin embargo, éste no es un relato de migración, ni de lo descarnado o vulnerable que el desplazamiento humano puede ser (como nos mostró, por ejemplo, Sueños de libertad, protagonizada por Marion Cotillard). Esta es la historia del proceso emocional de Eilis, de lo que sucede cuando uno se va de su hogar y se queda varado en medio de dos lugares. O de lo que sucede cuando uno se va y regresa lo suficientemente cambiado para ver en su hogar cosas que nunca había visto. El desarraigo no es más que ése estado indeterminado en el que parece que no pertenecemos a ningún lado. Es un sentimiento (o, más bien, conjunto de sentimientos) difícil de describir y, mucho más, de proyectar. Sin embargo, Saoirse logra hacer casi física esa sensación de zozobra, llevándonos de la mano por una montaña rusa de sensibilidad: desde que no logra detener las lágrimas en su nuevo trabajo neoyorquino, hasta que se abre y encuentra una nueva vida a lado de Tony, un italiano interpretado por Emory Cohen. 

Sobretodo, la actriz (y sus miradas) logra darle cohesión a dos mundos distintos: Nueva York e Irlanda, dos países que se la disputan, representados por dos vidas y dos hombres diferentes. Por un lado está Tony, y por el otro, en Irlanda, se encuentra Jim (Domhall Gleeson, porque al parecer no hay película que no lo tenga). Sin embargo, esta tampoco es una historia de un triángulo amoroso. Aunque sí de una decisión. ¿Qué vida elegir? Lo más impactante es que, gracias a la fotografía de Yves Bélanger (Alma salvaje), nosotros como espectadores somos capaces de ver los paisajes, tanto neoyorquinos como irlandeses, a través de los ojos de Eilis, que cambian dependiendo de su proceso emocional. El mundo y los horizontes se nos abren cuando a ella también se le abren. 

Puede que Brooklyn no tenga un momento “Oscar” de emociones exaltadas (lo cual se esperaría en un drama “emotivo”). Su sutileza quizá les deje a algunos con la sensación de una falta de conflicto. Sin embargo, no los dejará indiferentes. ¿Qué mayor conflicto (o más antiguo y actual) que ése que nos impulsa a preguntarnos: somos nuestro pasado o nuestro futuro?

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autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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