Ángeles y demonios – Crítica
No es el pecado mortal que fue El Código Da Vinci, pero este misterio pseudo-intelectual de Scooby Doo sigue siendo un pecado venial contra el cine y el buen thriller.
De no ser por la Iglesia Católica, Dan Brown probablemente hubiera sido eventualmente despedido por la editorial que lo contrató para escribir sus genéricos thrillers de conspiraciones con aires culteranos. Y la película de Ángeles y demonios no es la excepción. Pero la controversia (pese a los tonos finalmente conciliatorios de su obra) vende, y Brown despegó y era inevitable que la primera obra donde aparece su héroe, el Indiana Jones semiótico Robert Langdon, llegara al cine.
Situando la historia post-Código Da Vinci, Langdon es convocado por –oh ironía del destino– el Vaticano para detener la venganza de los Illuminati, un grupo de intelectuales históricamente perseguidos por la iglesia, que planean matar a cuatro posibles sucesores del Papa en sádico estilo Saw. Así, Tom Hanks pasará dos horas recorriendo iglesias, dando explicaciones históricas parafraseadas de Wikipedia y las guías Lonely Planet, y siguiendo los dedos de estatuas que apuntan hacia los ultra-complicados planes de los villanos que dependen de que mil variables se cumplan para poder triunfar, y una obvia resolución de final ‘inesperado’ en tono Scooby Doo vs. el monstruo de la Capilla Sixtina.
¿Es mejor que Da Vinci? Sí, pero eso no es necesariamente un halago. No hay un romance metido con calzador y tanto el director Ron Howard como su protagonista (con un mejorado estilo capilar) se notan más cómodos, tal vez porque las expectativas son ciertamente menores. Pero el exceso de exposición verbal de los elementos del misterio continúa siendo tedioso en la transición cinematográfica (vaya, los discursos siguen siendo largos, incluyendo la explicación de cómo eligen al Papa para quienes hayan estado en coma en 2005 y no hayan visto/leído algo al respecto).
Y si bien secuencias como el clímax de acción con el súper “camerlengo” (McGregor) no son más exagerados ni increíbles que los de otros thrillers, es el contexto en el que están situadas el que las hace ver… simplemente ridículas. El nivel en el que mejor funciona es como video promocional para la ciudad de Roma, para lo cual es 100% efectiva.
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Miguel González Colaborador de Cine PREMIERE desde el lejano año 2000, también ha escrito para las revistas Empire y Rolling Stone (Australia), y F*** (Singapur). Es Jefe de Medios y Redes Sociales del Archivo Nacional de Cine y Sonido de Australia (nfsa.gov.au). En esta edición, ejercita sus poderes psíquicos y especula sobre lo que veremos en Star Wars Episodio VII.
