Casa de mi padre

Cuando el rancho de la familia Álvarez está en peligro, el hermano mayor, Raúl (Diego Luna), decide tomar las riendas del asunto, aunque esto implique internarse en negocios turbios. Bajo esta premisa parte la más reciente comedia de Will Ferrell, en la cual interpreta al vástago más joven del clan, Armando. Él ha sido el hazmerreír desde pequeño y ahora deberá probarse como un “hombre valiente” y así salvar el nombre de la familia.

Es cierto que es una película arriesgada por satirizar el mundo de las telenovelas mexicanas –sí a los malos diálogos, actuaciones exageradas, errores de continuidad y demás peculiaridades de este género televisivo– pero tiene elementos que la hace atractiva para la audiencia, la pregunta aquí es: ¿funcionan? En primer lugar, nadie puede negar la gran curiosidad que genera la idea de ver al comediante egresado de Saturday Night Live hablando español. Ahora, ¿es gracioso? En parte sí, tiene algunos buenos momentos, pero la mayoría del tiempo el actor parece estar preocupado por decir bien las líneas… sin embargo se agradece el intento.

Obviamente, el segundo factor sobresaliente es el rencuentro en pantalla de los charolastras: Gael y Diego, quienes nuevamente son rivales pero ahora como lideres de cárteles. Es innegable el carisma que poseen ambos actores, pero sus interpretaciones parece en realidad un collage de caracterizaciones previas. Al final, la cinta falla por la falta de seriedad en sí misma, vamos, hasta los mismos actores parecen estar apunto de soltar la carcajada de lo absurdo que resulta todo…

Es como cuando uno está contando un chiste y no lo terminas por estar riéndote de lo gracioso que es en tu cabeza, pero al final nadie lo entendió. Justamente ésa es la sensación que produce Casa de mi padre

Ve el trailer de Casa de mi padre.

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Antonio Ponce