A toda velocidad

Gracias a la invención del cinematógrafo presentado por los hermanos Lumière en 1895, Francia es considerada la cuna del cine. Es la sede del festival más importante del orbe, Cannes, y su tradición cinematográfica suele relacionarse con epítetos como la sofisticación, el refinamiento, la innovación y la vanguardia intelectual. Claro que siempre existen excepciones a las “reglas” y A toda velocidad (À fond) engloba todo lo contrario a lo que ha hecho al cine galo grande a través de la exploración de diversos géneros. Éste es un churro incoherente y de mal gusto que trata de justificarse a sí mismo so pretexto de ser una comedia familiar.   

Protagonizada por José Garcia –el Robert Downey Jr. francés, bien podrían ser hermanos–, André Dussollier y Caroline Vigneaux, mezcla extrañamente elementos de las road movies y los filmes infantiles pero sin el más mínimo decoro. Sus carencias se acentúan aún más por el doblaje al español de la cinta, las tomas descuidadas que construyen varias de las secuencias del filme –vemos movimientos actorales forzados y desfasados, por ejemplo– y las actuaciones desmerecidas de buena parte del elenco, tanto de los personajes centrales como los secundarios y terciarios, lo cual sólo hace pensar en una mala dirección por parte de Nicolas Benamou, quien nunca encuentra el tono adecuado para llevar el argumento a la vida. 

Las exageraciones son el hilo conductor en Tom (Garcia), un cirujano plástico que se dispone a ir de vacaciones con su esposa (Vigneaux) y dos hijos en su nuevo auto, prácticamente recién salido de la agencia. Casi de último momento su padre (Dussollier) se une al viaje familiar pese al malestar de su embarazada mujer. Los contratiempos a los que se enfrentan provienen del comportamiento senil y egoísta del inmaduro y exasperante abuelo que actúa como un niño pequeño alérgico a los límites y al sentido común. Pero el conflicto principal es que el vehículo en el que se encuentran todos los integrantes de la familia se queda sin frenos cuando transita a 140 kilómetros por hora en la carretera. 

De esta manera, la película toma a la ligera un tema extremadamente serio y peligroso: la irresponsabilidad al conducir y lo hace a través de una comedia de pastelazo –y no en el buen sentido de la palabra– de la que saltan chistes de mal gusto, vulgares o sosos como para justificar que es una opción de entretenimiento familiar –que los niños sean inocentes no quiere decir que no se les deban ofrecer tramas ingeniosas y con sustancia–. Su premisa tendría algo de valor si no fuera porque es un proyecto malogrado, monótono, con gags hiperbolizados y en donde el conflicto es el mismo desde el minuto 15 de metraje y se repite hasta casi el final. 
Tal vez esto se perdonaría si la cinta hiciera algún tipo de aportación o por lo menos tuviera personajes carismáticos e interesantes; tampoco es el caso. Todos lucen tan exagerados y llegan a ser tan odiosos que la preocupación por su bienestar es prácticamente inexistente; además de que su iracundo y reaccionario actuar no embona con lo que sostienen sus diálogos. Por ejemplo, la madre de familia es una psiquiatra que aboga por la sensatez aunque no la practica. En resumen, es una comedia desabrida que «a toda velocidad» matará de aburrimiento. Bajo advertencia no hay engaño. 

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Mabel Salinas No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!