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Cine

Almacenados

17-05-2017, 9:21:19 AM Por:
Almacenados

Con recursos austeros pero efectivos, Almacenados explora con gracia y habilidad temas tan turbulentos como el choque generacional y la clase trabajadora.

Cine PREMIERE: 3.5
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Dos personas en un viejo almacén. Nin (Hoze Meléndez) llega a su primer día de trabajo y se encuentra con una necia y testaruda visión del mundo a manos del señor Lino (José Carlos Ruiz), y como un desafío generacional, ambos personajes comparten su soledad y una imperiosa necesidad de poder entender al mundo que parece, los tiene almacenados en un lugar donde aparentemente pasa nada. 

Obra original del dramaturgo español David Desolá, reconocida mundialmente y traída a México en diferentes escenarios teatrales, la versión cinematográfica de Almacenados (2015), a cargo de Jack Zagha Kababie, es una agridulce producción sobre la vejez, los desafíos generacionales y la siempre turbulenta vida laboral. 
Sin que su antecedente teatral sea un lastre, Almacenados es un ejemplo de lo que se puede lograr con un texto cinematográfico bien resuelto: una libertad creativa respetuosa y, al mismo tiempo alejada de su antecesora, pues si bien es cierto que perdura la densidad de la puesta en escena teatral, las actuaciones y la dirección de Zagha son un punto de equilibrio para toda la película, el eje rector que sostiene el dramatismo y la comicidad. 

En ese sentido, el veterano José Carlos Ruiz y el joven actor Hoze Meléndez deben acercar al espectador a dos posturas completamente contrarias sobre la vida ejemplificadas por medio de las manías casi compulsivas del señor Lino y el constante cuestionamiento de Nin a lo establecido, un juego a veces desquiciante, a veces sensible que provoca que este choque rebase la ficción y ponga en evidencia la retroalimentación histriónica, un reto que Meléndez sabe resolver bien y con calma. 
Gracias a sus dos personajes y el mundo que hay detrás de ellos, el director logra un ejercicio íntimo pero que pocas veces se siente asfixiante, una característica que es ayudada por el cambio a escenarios exteriores de una periferia colmada por la pobreza que, aunque sea usada pocas veces, rompe e inicia la tensión de las escenas y evapora el fantasma teatral para alejarlo de otras películas fallidas, como la reciente nominada al Oscar, Fences (2016) de Denzel Washington, que más que una película, es la grabación de la obra de teatro de Broadway. 

Inmiscuidos en el tedio de la jornada laboral, el motor dramático que empuja a la película son los detalles cotidianos y minúsculos que aporta cada personaje: diálogos pausados e hilarantes que terminan por moldear a estas figuras solitarias de la clase trabajadora en México. Lo esencial no es la discusión por la bata azul, la hora de comida o la llegada de los camiones de una empresa que parece fantasma, sino el intercambio de miradas, de silencios, de anhelos y miedos. 

Aunque lo inmediato en Almacenados es el choque generacional, varias veces explorado en el cine, aquí adquiere matices más familiares: de manera sutil, también somos testigos del desasosiego, de viajar en metro y caminar por las mismas calles una y otra vez, del abandono de ideales y aspiraciones cuando la necesidad de sobrevivencia es más grande y nos “almacenamos” en un sólo sitio. Aquí, ser joven no significa ser el más rebosante, el más feliz, por el contrario, la parsimonia de la película disuelve poco a poco la diferencia de edades hasta cuestionarnos: ¿aspiramos a cosas distintas que nuestros abuelos, nuestros padres?, ¿el mundo nos puede ofrecer algo mejor? 

Con una propuesta austera -en el buen sentido de la palabra-, con un desarrollo pausado pero firme, Almacenados es una película sesuda y divertida, ideal para confrontarnos con la rutina, de darle la vuelta a la tristeza casi endémica de jóvenes y ancianos sin un futuro asegurado en este país… al final alivia mucho saber que aún nos podemos reír de nuestra dolorosa realidad.

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autor Escribo sobre cine y televisión. Me gusta pensar las imágenes. Colaboradora en Revista Nexos, Butaca Ancha y F.I.L.M.E Magazine. Cuando sea grande quiero ser como Luisa, en Días de otoño de Roberto Gavaldón.
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