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Cine

Aquí sigo

17-08-2017, 8:23:04 AM Por:
Aquí sigo

Lorenzo Hagerman hace un filme edificante, un remanso de paz y meditación que recuerda la importancia de los pequeños detalles.

Cine PREMIERE: 3.5
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Además de ser documentalista y corresponsal de guerra, Lorenzo Hagerman (0.56, ¿qué le pasó a México? y H20mx) ha hecho carrera en cine como cinefotógrafo, pues ha capturado las imágenes de Heli, Presunto culpable y Hecho en México, entre otros filmes, muchos de ellos de no ficción. Sus trabajos previos en la silla de director habían versado sobre injusticias o irresponsabilidad social. Aquí muestra otra faceta de sus intereses temáticos. Su magnífica fotografía crea un oasis visual que habla de la vejez como un tema esperanzador, no como un tabú o la encarnación de un miedo. 

Filmado a lo largo de tres años y en siete países: México, Canadá, Costa Rica, Nicaragua, Italia, España y hasta Japón da protagonismo a seres usualmente invisibles en la sociedad consumista, embalsamada por las redes sociales, las prisas y el tráfico en la que estamos insertados. Con calidez y benevolencia pero nunca condescendencia, introduce a hombres y mujeres octogenarios, nonagenarios o que rebasan el siglo de existencia, pero en plenitud de sus facultades mentales, con estados físicos envidiables y que hablan sonrientes sobre el aprovechamiento de su tiempo libre, el amor; bromean sobre la vida y destacan el trabajo, los hobbies y la música como infusiones de vida, sueros que los mantienen en marcha. 

Pese a provenir de distintas culturas, hablar diferentes idiomas y pertenecer a heterogéneos estratos sociales –algunos viven en bellos hogares citadinos, mientras que otros están rodeados por los rústicos escenarios del campo o las montañas–, Aquí sigo habla de la universalidad de la vejez y la desmitifica. Ser anciano no necesariamente es el ocaso de la existencia o una condición deprimente. Conforme vemos reflexionar a los entrevistados y responder diversas preguntas que desentrañan verdades filosóficas, como el secreto de la felicidad u ofrecen consejos de primera mano acerca de cómo sobrellevar la vida, se avanza en unidades temáticas siempre bajo un halo de virtuosismo ligeramente excesivo –prácticamente no hay cabida para lo negativo–. 

Hagerman hace un filme edificante, sí, un remanso de paz y meditación que recuerda la importancia de los pequeños detalles, aparentes nimiedades –donde la música y la danza resultan un común denominador y corroboran su trascendencia como bellas artes–, y cumple su intención de hacer un trabajo positivo que ilumina un tema comúnmente trillado, como la cotidianidad, pero no lo habría logrado sin la atinada selección de personas ordinarias tras las cuales yacen personajes memorables. 
Ellos nos ganan a pulso, gracias a sus declaraciones, sonrisas y forma de ver la vida. Su franqueza impide que haya trucajes emotivos o manipulaciones, incluso porque el montaje es sencillo. Usualmente los vemos a cuadro o los escuchamos mientras observamos algún rincón de sus casas o algún majestuoso árbol de tronco firme y frondosas ramas, claro símbolo de que estos hombres y mujeres permanecen igualmente firmes y fuertes pese a las inclemencias del tiempo. 

Si bien el formato elegido por Hagerman se mantiene dentro de los convencionalismos del documental e incluso llega a ser repetitivo, es congruente con la sencillez que emana de los estilos de vida de los protagonistas; hace asequible la revaloración de la vejez, no sólo como estado natural del ciclo vital, sino como vía hacia la plenitud, la sabiduría, la fidelidad y la devoción hacia otro que no sea uno mismo. 

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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