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Columnas

Cine: El Mejor Maestro

15-05-2011, 5:41:02 AM Por:
Cine: El Mejor Maestro

El cine es también memoria. Y es sentimiento redivivo: ya no somos lo que éramos cuando vimos tal o cual película, pero cuando, por casualidad o no, nuestros ojos reciben de nuevo esa información se nos brinda la posibilidad de recordar lo que fuimos. Yo no hallaba sitio para mí en el mundo -y todavía […]

El cine es también memoria. Y es sentimiento redivivo: ya no somos lo que éramos cuando vimos tal o cual película, pero cuando, por casualidad o no, nuestros ojos reciben de nuevo esa información se nos brinda la posibilidad de recordar lo que fuimos.

Yo no hallaba sitio para mí en el mundo -y todavía no lo hallo del todo, pero hace tiempo que dejó de importarme- cuando miré La sociedad de los poetas muertos por vez primera. Me costaba trabajo socializar y las mujeres me daban miedo. Me consideraba el ser más feo del mundo, y el más antipático, y el pesimismo que me rodeaba era al menos de mi peso y tamaño. Mis únicos momentos de verdadera alegría me los proporcionaban los discos de Caifanes, los libros de José Agustín y las pecas caprichosas que salpicaban la nariz de Adriana Quiñones, con quien, claro, apenas habré cruzado palabra un par de veces. 

Y el cine, claro. El cine más que darme felicidad me brindaba escape. Al cine le debo no haber pensado en remedios más terribles destinados a aliviar la pena de ser, el dolor de existir. Y le debo sonrisas y reflexiones, divertimento y, sobre todo, el lento pero efectivo camino hacia el autoconocimento, lo que a la postre se decantó en la reconciliación con mi propia persona: fue en medio de la oscuridad de la sala, mirando la citada La sociedad de los poetas muertos, entre otras películas de aquel lejano 1990, que empecé a caerme bien, a considerarme un buen tipo.

Desde una butaca, bañadas con su luz mágica, he mirado a las mujeres que más he amado en la vida y he atestiguado las sonrisas más sinceras de infinidad de amigos. Allí he llorado a solas y he tomado decisiones que han trascendido significativamente en mi vida. Ha sido saliendo de una función que escribí versos escupidos de mi mano de manera casi autómata, como si fueran uñas, y fue escribiendo sobre cine que me inicié como periodista. 

El cine ha sido mi maestro. Uno de los mejores, de los más queridos. Y hoy es buen día para reconocerlo: Oh Captain, my captain….

¿Hay alguien aquí que opine lo contrario?, ¿hay alguna película que también les sirvió de alivio, que también les brindó respuestas en algún momento de sus vidas?

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autor Carlos Jesús (aka Chuy) es escritor y periodista freelance. Desde 2006 radica en Berlín, desde donde colabora para distintos medios. Sus pasiones son su familia, la cerveza, escribir relatos y el cine de los setenta.
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