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Columnas

De Cine y Periodismo

22-05-2012, 3:08:37 PM Por:
De Cine y Periodismo

Aunque nunca me he ufanado de poseer la certeza de quienes tienen muy claro, y desde temprana edad, lo que quieren hacer en la vida, creo que siempre me gustó la idea de convertirme en periodista. Y hoy día soy algo parecido. En cualquier caso, recuerdo con frecuencia a mis héroes de la pantalla grande, […]

Aunque nunca me he ufanado de poseer la certeza de quienes tienen muy claro, y desde temprana edad, lo que quieren hacer en la vida, creo que siempre me gustó la idea de convertirme en periodista.

Y hoy día soy algo parecido.

En cualquier caso, recuerdo con frecuencia a mis héroes de la pantalla grande, informadores que se entregan al oficio con pasión absoluta, que se entregan a él y comen con él y duermen con él, si es que duermen. Buscadores de verdades para quienes la realidad no vale nada si no es compartida. Mercenarios carentes de otra religión que no sea el periodicazo oportuno y destinado a la remoción de conciencias.

Mi lista empezaría con los Woodward y Bernstein encarnados a su vez por Robert Redford y Dustin Hoffman en la inolvidable Todos los hombres del presidente. Con ellos aprendí que un par de cabezas coronadas por permanentes y delineadas con patillazas pueden ser lo suficientemente astutas como para destronar al máximo rey del mundo. Que no hay poder invulnerable. Que hay cosas que la opinión pública no perdona… y que Nixon apestaba.

Luego vinieron otras, muchas más. Entre las que me llegan ahora a la memoria se encuentran, por ejemplo, Territorio comanche (1997), basada en un libro de Arturo Pérez-Reverte (valga decir que es lo único que me gusta de este señor). Recuerdo que la miré en un cine más bien vacío y grande que de repente se me figuró tan sucio y colmado como el cenicero de un bar. Recuerdo que a partir de esa cinta empecé a leer sobre la guerra en los Balcanes, y que a cada lectura quedaba más conmovido, y tocado, y triste. Apenas unos meses después vino el el estreno de Welcome to Sarajevo, donde también aparecen periodistas que arriesgan totalmente el pellejo con tal de informar los detalles de aquella locura. Además, por las mismas fechas un excombatiente de esta guerra visitó mi aula de Universidad sin otro afán que relatarnos lo que estaba aconteciendo. Era un chico de familia con recursos que se afanó en convertirse en Casco Azul de la ONU en su deseo por ayudar. Si no mal recuerdo duró poco en dicha tarea pero ya no sería jamás el mismo, se notaba en su semblante demacrado, en su mirada rota y cansada. Tras ver a un pueblo entero arrojado al exilio, incluyendo a una pareja de ancianos que no se llevó más que un viejo reloj y tres trozos de pan, y tras presenciar a niños masacrados su vida se quebró para siempre. 

Y, como estas, hay muchas películas más que pretenden rendirle honores a los que dedican alma y cuerpo al deber de informar. Es gracias a ellos que este oficio, tan presto a las corruptelas, tan devaluado, no termina de hundirse. Y sé que esto lo digo desde un sitio cómodo ubicado en un lugar lejano, donde aparentemenete la vida es más apacible.

Y tal vez lo sea.

Pero los sueños son los mismos en todos lados, y yo no dejo de tener pesadillas que involucran a periodistas que son torturados y asesinados injustamente. Y me despierto agitado y con miedo, como si, por una extraña razón, escuchara sus gritos a lo lejos, como si gritasen desde un lugar remoto -tal vez del otro lado del mar- o como si proveyesen de una película metida en otra película.

Y ya no puedo dormir…

 

 

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autor Carlos Jesús (aka Chuy) es escritor y periodista freelance. Desde 2006 radica en Berlín, desde donde colabora para distintos medios. Sus pasiones son su familia, la cerveza, escribir relatos y el cine de los setenta.
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