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Cine

Dos tipos peligrosos

04-07-2016, 1:43:23 PM Por:
Dos tipos peligrosos

La química entre Ryan Gosling y Russell Crowe es todo.

Cine PREMIERE: 4
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Dos tipos peligrosos (The Nice Guys) es una película que nos regresa al pasado: no sólo desde el punto de vista histórico, sino también cinematográfico. Además de estar ambientada en la época setentera de viniles, pornografía psicodélica, y bromas sobre el presidente Nixon, rescata la tradición de las llamadas buddy comedies de los 80, específicamente la de aquellas parejas disparejas de policías: una era de historias a la Arma Mortal de amistades a menudo desastrosas, pero que en medio de la acción revelan un buen corazón. Algunas de las últimas que emularon el estilo habían estado protagonizadas por mujeres (Armadas y peligrosas, con Sandra Bullock y Melissa McCarthy, por ejemplo). ¿Pero quién mejor capacitado para rescatar su verdadera esencia que el mismo escritor de Arma mortal? Tras relanzar la carrera de Robert Downey Jr. con Entre besos y tiros (2005) y después dirigir Iron Man 3, Shane Black ha regresado a lo que mejor sabe hacer (acción y comedia) y da en el blanco.

La película es una disparatada aventura cuyo acierto más grande son sus protagonistas. Después de todo, una buddy comedy no puede subsistir sin buena química entre sus personajes principales. Ryan Gosling y Russell Crowe logran establecer ese lazo de hermandad varonil y de confianza, tan difícil de precisar en tiempos anteriores hasta que alguien inventó el término bromance. Ambos interpretan a dos detectives privados cuestionables (Crowe se gana la vida golpeando gente por encomienda y Gosling sacándole provecho a clientes seniles), quienes finalmente se unen para lograr un objetivo común: encontrar a una actriz porno desaparecida. Mientras su investigación avanza, la dupla se convierte por momentos en una tercia, pues el personaje de Gosling es un padre que al parecer no puede evitar que su hija preadolescente (interpretada por Angourie Rice) sepa resolver mejor los misterios. El combo Crowe/Gosling resulta en un par explosivo, hilarante, a veces ingénuo, y otras veces bastante antiheroico, que recuerda a grandes parejas como Butch Cassidy (Paul Newman) y The Sundance Kid (Robert Redford). 

Mención aparte merecen las cada vez más evidentes habilidades cómicas de Ryan Gosling, que ya habíamos presentido en comedias como Loco y estúpido amor, y –el año pasado– en La gran apuesta. El actor ha dicho varias veces que, en realidad, eso era a lo que se quería dedicar desde un principio, pero por alguna razón encontró renombre dentro de los dramas de cine independiente. Ahora lo vemos consolidarse en este género, con el cual demuestra que no es ajeno a la comedia física ni al absurdo.

El otro acierto de Dos tipos peligrosos es que nos ofrece muchos elementos a los cuales ponerle atención. Esta es una trama que está consciente de su trivialidad y de su tono de slapstick y no se disculpa por ella. No solamente nos entretiene con las persecusiones, violencia, disparos o las personas que salen volando a través de ventanas rotas: el guion nos lanza diálogos ingeniosos, bromas y muchos one liners. Además, también juega con la nostalgia: hay guiños a Boogie Nights de Paul Thomas Anderson y hasta al cine negro (por aquello de las damiselas desviadas y vulnerables, el misterio y la perdición). El soundtrack, con música de los Bee Gees y Earth Wind and Fire, se mezcla con un vestuario y ambientación setentera que, más que auntenticidad histórica, busca un atisbo de parodia. El resultado es increíblemente entretenido, tanto para los que buscan una comedia de acción, como para los que gustan de las obras de humor subversivo o «de autor».

Su talón de aquiles, sin embargo, es su constante e incansable esfuerzo por ser –escena tras escena, minuto a minuto– ingeniosa. No hay descanso alguno, y quizás a veces da la impresión de estar ante ese amigo que intenta ser gracioso todo el tiempo, con intenciones demasiado obvias. Aun así, justo cuando se cree que quizá la cinta caerá en el descontrol, logra equilibrarse por las actuaciones de sus protagonistas, y la constante noción de que la locura que vemos en pantalla está firmemente controlada por alguien que sabe lo que hace, alguien que es lo suficientemente experimentado como para descontrolarse con firmeza. Alguien como Shane Black.

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autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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