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Columnas

El ángel Farrah

25-06-2009, 2:02:04 PM Por:
El ángel Farrah

Cosas por hacer no me faltan. Ha sido de hecho por eso, y no sólo por mis deseos de esfumarme (en estos últimos días muy intensos) que no me he aparecido por aquí. Hace un minuto escribía, unas líneas en realidad dedicadas a nadie, tres versos que más que levantarme el ánimo pretendían romperlo de […]

Cosas por hacer no me faltan. Ha sido de hecho por eso, y no sólo por mis deseos de esfumarme (en estos últimos días muy intensos) que no me he aparecido por aquí.

Hace un minuto escribía, unas líneas en realidad dedicadas a nadie, tres versos que más que levantarme el ánimo pretendían romperlo de una vez como tronco seco. Para mi poca fortuna no lo conseguí, así que decidí pasar a otra cosa, pensar en otro mundo que no fuese el de dentro, donde el verano nomás todavía no llega. Di entonces un clic para saber si si Irán era ya otro país o algún gobernante mexicano de alto nivel se había entregado voluntariamente a la justicia (¡ja!), pero solamente me econtré con que un ángel de infancia ya no pertenecía a este mundo.

Y entonces me vino el recuerdo (un micrófono diminuto en mi cabeza habría registrado un sonido como ffffffffffffffffffffffffffffuuuuuuuuuuuut), aquella tarde en que, por ahí de los cinco años, probablemente enfundado en mi pijama de la pantera rosa, decidí que en lugar de Juan, Lucas, Pedro y Mateo, los guardianes de mi sueño debían ser Sabrina Duncan (Kate Jackson), Kelly Garrett (Jaclyn Smith), Jill Munroe (Farrah Fawcett) y ese tal Charlie al que nunca se le veía el rostro en la televisión pero a quien yo me imaginaba con la cara de Lee Mejors. Como Lee Majors cuando se convertía en Steve Austin pero con una barba cerrada y color café tierra, como la que tenía mi muñeco Madelman favorito.

He de aceptar que de entre mis nuevos ángeles, todos ellos definitivamente dotados de mejores piernas que aquellos a los que despedí para siempre, mi consentido era Kelly Garrett, ángel de cabellera negra que me mostró que la boca femenina es lo más bello que hay en el mundo. Pero abajito de ella, digamos, pasado al segundo lugar por razones que ahora me cuesta trabajo explicar, se ubicaba Jill, la primera rubiaca de mi vida, el querubín de pecas unidas como en oración y dientes de gloria, Jill, Jill-Farrah o sólo Farrah o Farrah Fawcett, la única mujer en el mundo a la que el corte en capas le quedaba en verdad bien, perfecto, digno de ejemplificar las supuestas cualidades de los incontables (a mí parece que lo ganado en publicidad en los ochenta alcanzará  hasta para sus nietos) shampoos que anunciaba.

Luego crecí, y vi más rubiacas de las que me enamoré. Y morenas y orientales también. Pero Farrah siempre permaneció allí, silenciosa, paciente, sin envejecer. Escondida como luz enferma en la esquina de mis incontables camas.

Y sé que allí seguirá.

Los ángeles, ya se sabe, nunca mueren.

 

 

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autor Carlos Jesús (aka Chuy) es escritor y periodista freelance. Desde 2006 radica en Berlín, desde donde colabora para distintos medios. Sus pasiones son su familia, la cerveza, escribir relatos y el cine de los setenta.
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