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Cine

La chica desconocida

01-05-2017, 10:32:50 PM Por:
La chica desconocida

Una peculiar metáfora de los consagrados hermanos Dardenne sobre la inmigración europea cuyos tintes realistas se disuelven en un thriller irregular.

Cine PREMIERE: 2.5
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Con el peso de las elecciones en Francia este año, la sombra del populismo y de un nuevo fascismo gentilmente enmascarado se cierne sobre el país galo y su población, mucha de la cual asegura que su principal preocupación es la migración de personas provenientes de países musulmanes y africanos. El miedo a ese colectivo desconocido es lo que da forma a La chica desconocida, la más reciente película de los hermanos Dardenne que tuvo una fría recepción tras su estreno en el Festival de Cannes el año pasado.

La película, fiel a la tradición de pulcro realismo de los cineastas belgas, presenta a Jenny Davin (Adèle Haenel), una joven doctora en los suburbios franceses que una noche, después de haber cerrado su consultorio, le niega la atención a una joven inmigrante africana que le pide auxilio, en base a los límites que el protocolo médico dicta sobre recibir y atender pacientes fuera de hora.
Al día siguiente, la estoica y rigurosa médico se entera de que la joven a la que negó la atención fue brutalmente asesinada y arrojada a un río, lo que la lleva a descubrir de manera obsesiva y obstinada la identidad de la anónima joven, comprometiendo la relación estrictamente profesional con muchos de sus pacientes, algunos de ellos, sospechosamente involucrados.

En algo que representa un inesperado giro en la carrera de los Dardenne, La chica descnocida es una volátil mezcla de genérico realismo, forzada matáfora sociopolítica y enrarecido thriller que no termina de funcionar por sentirse incómodo y atropellado en las manos de la dupla belga.

Aunque los Dardenne ya habían experimentado en El chico de la bicicleta (2011) con ligeras digresiones del estilo que les dio fama internacional y una Palma de Oro en el 2005 por L’ Enfant, en esta película la experimentación resulta fallida por no encontrar una manera apropiada de armar y resolver, el misterio que es el centro del segundo acto de la película, en lo que se siente más como una intromisión que un giro orgánico en el desarrollo de la película. 

La zozobra es evidente, tanto que la dupla belga se vio forzada a retornar a la sala de edición después del estreno en Cannes, y aunque es valioso el proponer un enfoque distinto para abordar un tema tan vigente como la xenofobia y la migración en Europa, el problema sigue siendo más de forma que de contenido.

La gran fortaleza de la película, que evita que todo caiga en la incredulidad, es el temple y la agobiante seriedad que transmite la bella actriz francesa Adèle Haenel como Jenny. Así como la inolvidable Rosetta (1999) o la vulnerable Sandra (Marion Cotillard) de Dos días, una noche  (2014), el vigor de un personaje femenino soporta el peso de la película denotando una fragilidad distintiva, mártires de moralidad ambigua que naufragan ante los demonios de la Europa contemporánea.

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autor Cofundador y crítico en la página web Butaca Ancha. Escribe de cine en medios como Tierra Adentro, Animal Político, Forbes y Algarabía. Considera que cada película, independientemente de donde venga y quien la haga, tiene algo importante que decir.
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