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Cine

La madame – Crítica

19-06-2018, 12:13:20 PM Por:
La madame – Crítica

La madame es una comedia que no consigue ser redonda a pesar de su reparto estelar.

Cine PREMIERE: 2
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La mesa estaba puesta, pero los platillos no fueron los mejores. Visualmente apetecibles pero insípidos al momento de la degustación. La madame tiene un reparto de lujo encabezado por Toni Collette y la almodovariana Rossy de Palma, acompañadas por los veteranos Harvey Keitel y Michael Smiley, así como por Tom Hughes. Sin embargo, el reparto en sí mismo es insuficiente para quitarle lo desabrido a esta comedia que parece de otra época, más similar a un culebrón telenovelesco que a la sátira social que probablemente pretendía ser a pesar de que los actores por lo menos aparentan divertirse en sus roles.

Anne Fredericks (Collette, a quien recientemente vimos en la estupenda El legado del diablo) es una mujer pretenciosa que pasa junto con su marido e hijos pequeños una temporada en una lujosa pero no tan grande mansión en París (ciudad que, por cierto, da a la cinta al menos algunas bellas locaciones). Ella organiza una cena a la que, no obstante, Steven (Hughes), el hijo treintón de Bob (Keitel) de otro matrimonio, llega y se incorpora como el invitado número 13. Proclive a las supersticiones, Anne, una estadounidense menor que su marido, quien fue su alumno de golf, decide como medida urgente hacer que María (De Palma), su jefa de servidumbre, se haga pasar por una noble española vestida con una de sus prendas.

Y aunque las indicaciones fueron que se mantuviera en silencio y lo más invisible posible, María pronto supera la timidez y se convierte en el alma de la fiesta, cautivando al británico David (Smiley), quien queda sentado a su lado debido a la injerencia de Steven. David se encarga de autenticar las obras de Bob, y tiene la encomienda de validar una pieza de Caravaggio que cuelga en una de las paredes de la casa de los Fredericks con la que Bob pretende salir del problema económico que enfrenta y del que no ha dicho ni una palabra a su esposa. Por eso la pareja acuerda no decir nada hasta que la transacción esté concluida.

Ella, mientras tanto, intenta evitar la relación de María y David, quien en apariencia ha quedado auténticamente enamorado de María, en principio tal vez confundido por lo que le cuenta Steven, pero luego por lo que comparten juntos. Y aunque la fotografía y el ritmo son aceptables, la película carece de ornamentos. Es predecible, insustancial y sin una pizca de originalidad. La francesa Amanda Sthers adaptó su obra homónima junto con Matthew Robbins. Y a pesar de que hace referencia a las drawing room plays victorianas, está muy lejos de actualizarlas y ya no digamos de acercarse a las comedias que analizan mordazmente a las clases acaudaladas y a los intelectuales, como ocurre en el cine de Woody Allen. La suya es una película que se queda en las buenas intenciones, que intenta ser divertida (y Rossy de Palma se las ingenia para conseguirlo, robándose la película) pero que al final sucumbe a sí misma. Las historias que tienen una cena como catapultador no siempre acaban bien.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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