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Liev Schreiber, de mutante a drag queen

02-12-2009, 10:09:15 PM Por:
Liev Schreiber, de mutante a drag queen

Una plática sobre la locura sesentera.

Por Vera Anderson / Corresponsal Hollywood

Liev Schreiber es conocido como un actor de actores, un histrión serio y altamente respetado en la industria gracias a su trabajo en las tablas (ganó el Premio Tony por el revival en Broadway de Glengarry Glen Ross de David Mamet) así como sus galardonadas interpetaciones en películas como Una vida iluminada (que también dirigió) y Defiance. Pero el grandulón y algo fortachón actor jamás había estado tan delicioso en un papel, como aquí como el incongruente trasvesti Vilma, un exmilitar en tacones altos y vestido entallado que trabaja como guardia de seguridad en Bienvenido a Woodstock de Ang Lee.
 
¿Qué aprendiste en tu investigación sobre el movimiento de exploración sexual en la época?
Cuando empecé a ver de qué se trató la revolución sexual en la comunidad gay de la época, y en particular la cultura del travestismo, me di cuenta que antes de los 60, las drag queens principalmente se vestían como su madres o como actrices icónicas de Hollywood. Pero durante la década surgió un movimiento que realmente jugaba con las ideas sobre el género. En particular, existió un grupo de teatro en el área de The Haight en San Francisco llamado The Crockettes. Hacían cosas como vestirse de mujeres, pero con barba, y hacían espectáculos que involucraban mostrar sus genitales, todo bajo la idea de que su sexualidad podía incluir tanto a lo masculino como a lo femenino. Le llevé esa idea a Ang porque era algo que nunca había visto en una cinta y me parecía muy representativo de la época, además de que le daba un contexto a lo que sucedía en la cultura drag del momento. No quiso llevarlo tan lejos y que lo interpretara con barba, pero me dejó hacer algo un poco más andrógino y menos femenino, lo cual me parecía importante, contextualmente, para quien era ella. El personaje está lleno de contradicciones, la idea de que si Vilma estuviera cómoda con su propia piel, entonces Elliot no debería tener ningún problema.
 
Los actores siempre hablan sobre lo mucho que les ayuda usar un sombrero o tener alguna ropa en particular para meterse al personaje, ¿qué tan diferente fue esto para ti?
Sí bueno, pues, tú sabes –sonríe–… Usar ropa de mujer tiene algo muy evocador. De inmediato te empiezas a mover como mujer. Y creo que la parte más imporante del proceso para Ang y para mí fueron esas dos primeras pruebas de vestuario, el sólo ponerme esa ropa me dio una mejor idea del personaje. Otra cosa, mi mamá tenía un amigo, un señor llamado Silverbell, cuando yo era niño, que de hecho tenía barba y se vestía con ropa de mujer. Tocaba el piano en la parte trasera de una camioneta y daba vueltas por el Lower East Side en Nueva York, era un personaje maravilloso. Yo creo que tenía ya unos 60 años y seguramente fue drag queen de más joven y en algún momento decidió continuar viviendo así diario. Pero a través del tiempo, debido a la comodidad y al hecho de que no era transexual, ciertos elementos de ser masculino eran inevitables. Su pelo facial creció y sus tacones no eran muy cómodos. Así que encontrabas una especie de compromiso entre su sexualidad masculina orgánica y su personalidad interna femenina. Eso fue algo que nos interesó mucho a Ang y a mí. No se trataba de alguien que se vestía así de noche para poner un show. Se trata de una persona que así escogió vivir.

¿Y cómo cambia eso la naturaleza del personaje?
Yo aprecié mucho que Ang me dejara (a lo largo del poco tiempo que tiene el personaje en la cinta) descomponer los elementos, así que hay menos maquillaje, le crece un poco de barba y la ropa se vuelve menos femenina en lo que Vilma se va sintiendo más cómoda en ese ambiente.

¿Y qué tan cómodo te sientes en tu propia piel?
Creo que al igual que seguramente la mayoría de los actores, siento que me siento más cómodo en la piel de otra gente. Eso suena muy Hannibal Lecter, ¿no? –Ríe–. Sabes, hay una transposición muy chistosa que sucede cuanto actúas, es como en tiempos de los paganos, como de ser poseído. Es la idea de que la gente pueda expresar cosas que nunca diría en su vida normal. Pero al pasar por este ritual, ya se sentían libres para expresarse. Y para mí creo que esa es una gran función de la actuación. Te liberas. Es como jugar, los niños no tienen ningún problema con hacerlo, pero cuando creces ya empiezas a tener tapujos y te vuelves más reprimido. Y una de las cosas geniales sobre la actuación, es que tienes licencia de expresas cosas que serían consideradas inapropiadas en otras situaciones.

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