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Columnas

Más extraña que la ficción.

25-02-2009, 5:49:39 PM Por:
Más extraña que la ficción.

 "No me sorprende que la verdad sea más extraña que la ficción —dijo alguna vez Mark Twain—. La ficción debe de tener sentido". Dicho de otra manera, a nadie le extraña que las películas inspiradas en "casos de la vida real" terminen, las más de las veces, resultando en unas jaladas imposibles de tomarse en […]

 "No me sorprende que la verdad sea más extraña que la ficción —dijo alguna vez Mark Twain—. La ficción debe de tener sentido". Dicho de otra manera, a nadie le extraña que las películas inspiradas en "casos de la vida real" terminen, las más de las veces, resultando en unas jaladas imposibles de tomarse en serio. El absurdo, y pregúntenle a Lynch si no, es mucho más sencillo de aprehender y de interpretar, y eso tan sólo porque la naturaleza humana es también insensata, e irracional.

Siempre he creído que los términos documental y ficción, cuando se habla de cine, no son sino meras etiquetas arbitrarias, y terriblemente confusas además. Todo filme documental es en cierto sentido una ficción, desde el momento en que es casi imposible ser completamente objetivo, y hasta la cinta de ficción más fantasiosa documenta la realidad en cada toma que se hace de un actor parado frente a cámara. Y es por eso que una película como Noches y fines de semana (Nights and weekends, Joe Swanberg y Greta Gerwig, EUA, 2008), resulta fascinante.

En ella, los propios directores interpretan a una pareja en la que la distancia comienza a hacer estragos; uno vive en Chicago, la otra en Nueva York. Y, más allá del innegable realismo —y la inseguridad, y hasta la torpeza— con que los vemos titubear ante los conflictos o entregarse a la intimidad, es el estilo documental de la cinta, grabada en video e improvisada de principio a fin según Swanberg, lo que la convierte en un drama sorprendentemente genuino, en un jirón de vida arrancado a la realidad.

Otra película que vimos el Domingo intenta también, a su manera, prescindir de esa certeza con que el cine de ficción lima las rebabas más incómodas de la vida real. El Dorado (Bouli Laniers, Bélgica/Francia, 2008) es la historia de aún otra pareja dispareja —un vendedor de autos y el ladrón que trató apenas de robar su casa— que, a fuerza de subvertir las expectativas del público, pretende hacernos entender a golpes de realidad que la desconfianza hacia el prójimo tiene sus por qués.

Sin embargo, y de manera no muy distinta a como Swanberg y Gerwig se interpretan a sí mismos en pantalla en Noches y fines de semana, sería El luchador (The Wrestler, Darren Aronofsky, EUA, 2008) la más demoledora constatación de lo tenues que pueden ser los límites entre fantasía y realidad. La historia de Randy "The Ram" Robinson —una estrella de la lucha libre venida a menos— no es sino la historia del histrión que lo interpreta, Mickey Rourke, otrora joven promesa del cine norteamericano. Al igual que éste, "The Ram" ha visto pasar sus épocas de gloria entre excesos, arrepentimientos y la certeza de que todo ha sido su culpa, aunque no quiera admitirlo.

Cuando ambos, personaje y actor, reciban una última oportunidad, la promesa de un último round para obtener su revancha y reivindicarse, ¿quién será el vencedor? ¿El final de película de Hollywood, o la certeza de que la realidad es siempre inescapable?

—Antonio Camarillo

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