Portman y Depp dirigidos por McCartney

Los que han leído mis líneas en este espacio saben cuánto significan los Beatles para mí. Yo mismo no me comprendería sin ellos. De no haberlos conocido, el mundo se me habría presentado como un lugar distinto, acaso nutrido con menos pasiones.

Y mi favorito es John y para los puristas, bueno, no se puede amar a John sin sentir una, si se quiere ligerísima, repulsión por Paul. Y lo digo a sabiendas de que sin Paul la genialidad con sello Beatle que más aprecio no existiría. McCartey, al menos después de Revolver, se transformó en el cerebro más lúcido del cuarteto y en su indiscutible punto de cohesión. Lennon estaba demasiado centrado en Yoko, el consumo de drogas y una haraganería de antología, tan grande que la primera imagen que me llega a la mente cuando pienso en él es la de un Lennon mal afeitado que toca la guitarra en la cama con la pijama todavía puesta.

Pero, como Paul, y con sus debidas distancias, yo también me he hecho mayor. Y quizá por eso la pequeña repulsión que mencioné se ha venido reduciendo con el tiempo. Ahora lo veo cada vez más como un viejo tío con el que tuve alguna vez alguna riña y con el que poco a poco me voy reconciliando. Sin charlas de por medio, simplemente a partir de la prudencia y calma que el cúmulo de experiencias proporcionan. 

Y por eso, sobre todo por eso, más que por haber sido capaz de realizar un buen trabajo detrás de las cámaras o por reunir a las estrellas que le dio la gana reunir. Incluso por encima de su propia capacidad de continuar componiendo obras tan hermosas como My Valentine, cuya dulzura me acalambra el alma, le aplaudo de pie por el siguiente video:

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Carlos Jesús González Carlos Jesús (aka Chuy) es escritor y periodista freelance. Desde 2006 radica en Berlín, desde donde colabora para distintos medios. Sus pasiones son su familia, la cerveza, escribir relatos y el cine de los setenta.