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Cine

Queridas hermanas

26-07-2016, 12:55:17 PM Por:
Queridas hermanas

Una cinta austera que vale mucho la pena como opción alternativa a una cartelera dominada por superhéroes, gigantes y comedias de fórmulas gastadas.

Cine PREMIERE: 3
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Un género en sí mismas, las llamadas «películas de época» son degustadas por un público muy particular que con el tiempo se ha vuelto más exigente y conocedor. Estas audiencias saben, por ejemplo, que las producciones francesas que pasan revista a lo acontecido entre los siglos XVI y XIX –La reina Margot, et. al– poseen una carga de sexo y violencia considerable que estilísticamente contrasta con la racionalidad que se percibe en las apuestas de origen escandinavo –por mencionar alguna, pensemos en la danesa La reina infiel– o con la contención, principalmente erótica, observada en casi la totalidad de los filmes ingleses que retratan la misma época de la historia, desde las adaptaciones de Jane Austen hasta los sufridos biopics de sus poderosas reinas. 

Para estos espectadores, el libertinaje anacrónico con que Sofia Coppola compuso su María Antonieta o los excesos de Orgullo, prejuicio y zombies no solamente son aberrantes, sino confirman que por más intentos que hagan, los esfuerzos hollywoodenses nunca estarán a la altura de los europeos a la hora de repasar algunos de los episodios pretéritos más definitorios de la construcción de la cultura occidental. Una buena muestra de ello es Dos hermanas, cinta alemana que narra el apasionado trío amoroso que Friedrich Schiller mantuvo con las hermanas Caroline y Charlotte von Legenfeld, la primera como amante y la segunda en calidad de esposa. Los hechos ocurren entre 1788, fecha en la que inicia esta peculiar relación y 1804, tres años previos a la muerte del célebre poeta teutón. Gracias a los inteligentes recursos empleados por el director Dominik Graf, como el uso de una voz en off que da cuerpo a las elipsis narrativas, o los atinados episodios en los que los protagonistas hablan directamente a la cámara para revelarnos las emociones incluidas en el intercambio epistolar que mantienen entre ellos, el relato conserva un dinamismo más que aceptable pese a rebasar las dos horas de duración. Los resultados son tan plausibles que al final poco importa si uno está familiarizado con la obra de Schiller o si ni siquiera se lo ha oído nombrar, ni mucho menos si, como se sugiere en algún momento de la cinta –y que además forma parte del ADN de las películas históricas– lo contado debe más a la ficción que a sucesos reales y comprobables. Otro elemento positivo y digno de ser mencionado es el buen trabajo de los actores, especialmente el de Florian Stetter, quien encarna con gran frescura al escritor germano y, por supuesto, el desempeñado por Hannah Herzsprung, actriz que es capaz de transmitir el terrible dilema que Caroline von Lengefeld padece entre mantenerse leal a la devoción fraternal o rendirse al deseo amoroso. 

En cualquier caso, lo descrito cumple sólo con un 50 % de la efectividad del filme. La otra mitad depende de la actitud que se lleve a la sala. Porque acá no contaremos con la majestuosidad épica –y costosísima– de Corazón valiente ni tampoco con los rostros célebres y aporcelanados de La otra reina. Vaya, ni siquiera hallaremos esas escenas candentes que poseen tantas y tantas películas de época y que no hacen sino recordarnos que en el pasado la gente también sabía divertirse –dentro de este rubro Adiós a la reina, protagonizada por Léa Seydoux, es altamente recomendable–. En cambio encontraremos una cinta austera, de sobriedad luterana pero cuyo argumento se halla lo suficientemente articulado como para que, si convenimos en ello, recorramos los caminos por los que los protagonistas nos guían, una travesía en la que no hay santos ni villanos sino sólo tres personas que, vistas desde la modernidad, son tan inseguras y ávidas de cariño como cualquiera de nosotros. Y ante una cartelera dominada por superhéroes, gigantes y comedias románticas de fórmulas gastadas se agradece como nunca un poco de sencillez. La simpleza, a veces, puede ser un oasis. 

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autor Carlos Jesús (aka Chuy) es escritor y periodista freelance. Desde 2006 radica en Berlín, desde donde colabora para distintos medios. Sus pasiones son su familia, la cerveza, escribir relatos y el cine de los setenta.
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