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Cine

Reina de Katwe

01-11-2016, 10:23:56 AM Por:
Reina de Katwe

Su conmovedora historia real y actuaciones elevan a Queen of Katwe por encima de la típica cinta deportiva.

Cine PREMIERE: 3.5
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Hay historias de la vida real que son naturalmente atractivas y que tienen la capacidad de inspirar por sí mismas, sin necesidad de hacer mucho a la hora de contarlas. Tal es el caso de la vida de Phiona Mutesi, la campeona de ajedrez nacida en uno de los distritos más pobres de Uganda, y que desde la adolescencia era capaz de anticipar ocho movimientos en el tablero, habilidad que la convertía ya desde entonces, y aún sin saber siquiera leer bien, en una inesperada –e improbable– candidata a maestra de esta disciplina: la primera de su país, de hecho. El suyo es un destino excepcional, no sólo por el hecho de –como suele suceder en este tipo de historias– incluir un talento fuera de serie, sino porque además floreció en los terrenos más infértiles y olvidados posibles. Quizás haya pocas condiciones más ásperas que las que ha tenido que vivir. “Nacer africano es ser un marginado en el mundo. Nacer en Uganda es ser un marginado en África. Nacer en Katwe es ser un marginado en Uganda. Nacer niña es ser una marginada en Katwe”, escribió en su momento Tim Crothers, autor del libro The Queen of Katwe, el cual sirvió de inspiración a los estudios del ratón para la adaptación que llega ahora a la pantalla grande.

Dirigida por la indoamericana Mira Nair (Salaam Bombay!), Reina de Katwe es, en su esqueleto, una cinta que no se aleja mucho de la fórmula característica de las cintas deportivas: hay un personaje underdog con una habilidad, un coach, un entrenamiento, el sueño de vencer, un campeonato… La película vive dentro de este molde siempre efectivo: no toma riesgos ni se desvía mucho de la receta probada a la hora de narrar el desarrollo como jugadora de Phiona (interpretada por la novata Madina Nalwanga), desde que descubre el tablero de ajedrez por primera vez gracias a un coach deportivo (David Oyelowo), hasta que los medios de comunicación internacionales la descubren y la ponen en los reflectores. Sin embargo, son dos los elementos que la elevan por encima de lo que podría ser un relato inspirador promedio (en términos cinematográficos, claro, ya que la historia real nunca lo sería).

El primero de esos elementos son las actuaciones de los dos adultos que “hicieron” a esta reina. En un rol que saca a una Lupita Nyong’o que no habíamos visto antes, la actriz encarna a la madre de Mutesi, una mujer viuda, consciente de su condición marginada y de sus limitaciones como africana “no educada”. Sin embargo, no hay nada en su carácter enérgico y magnánimo que nos recuerde a la víctima de 12 años esclavo: ella es la verdadera reina de este cuento, cuyas princesas de piel oscura a menudo no comen bien ni tienen, incluso, un techo que las proteja de la intemperie. Mientras Phiona lucha contra los obstáculos de sus circunstancias por algo que entiende bien (convertirse en la mejor jugadora que puede ser), su madre lucha a su lado por algo que no tiene las herramientas intelectuales ni culturales para comprender del todo. Su lucha para apoyar a su hija se sostiene en pura fe –fe en Phiona–, y Lupita Nyong’o le aporta visceralidad a este relato de Disney, producido en conjunto con ESPN.
 

David Oyelowo, por su parte, le da profundidad y resonancia al que quizá sea el papel más “disneyficado” del guion: el entrenador casi mesiánico, de alma y motivaciones intachables, que dedica su vida a salvar las mentes de los niños desfavorecidos a través de la disciplina y el amor por el deporte. En otras manos, el ingeniero Robert Katende (quien, al parecer, es así de generoso en la vida real) corría el riesgo de ser un santo insoportable e inverosímil. Oyelowo da una pequeña cátedra sobre cómo hacer de un personaje generoso y “bueno” algo tridimensional, en un panorama en el que constantemente se le exige a los personajes un carácter de antihéroes para ser considerados humanos. (¿Acaso no existen las personas generosas?)

El segundo elemento que distingue a Reina de Katwe es el ambiente y lugar geográfico en el que se ubica. Aun cuando el Katwe de Disney no cuente con la autenticidad de las obras anteriores de Mira Nair, (es, ante todo, una producción hollywoodense con sabor a África), resulta un punto de acceso apropiado para espectadores pequeños y jóvenes de todo el mundo, pues les permite echar un primer vistazo –que no deja de ser familiar– a una realidad diferente a la suya, que está muy lejos de ser ideal. Aun así, hay que decirlo: se trata de un filme que retrata los ambientes africanos desde una perspectiva extranjera.

Los desatinos de esta adaptación, que en ningún momento deja de ser conmovedora, son, más bien, oportunidades perdidas. Aun dentro de la fórmula a la que se apega –y dentro de los confines familiares que naturalmente tiene, por ser la versión Disney de una vida llena de crudezas–, Reina de Katwe decide no aprovechar muchos de los recursos que le ofrece la ficción. Se trata de una cinta sobre el ajedrez, disciplina que se juega en la mente, no en el tablero. ¿Por qué no meternos un poco más ­–utilizando las posibilidades del lenguaje cinematográfico– a la psique del juego?, ¿a la mente de Phiona? Se limita a retratar sus hazañas desde “afuera”, como si el ajedrez se viviera como un juego de futbol. De igual forma, la cinta se aventura a abordar el juego como una metáfora del “tablero” de la vida, en el cual es necesario ser un estratega para resistir. Sin embargo, no deja que esta premisa llegue a sus consecuencias naturales: a la posibilidad de una derrota. Como espectador, nunca se siente como si Phiona fuera a perder realmente, a largo plazo. No existe ese suspenso.

Aun así, gracias a sus actuaciones e historia poderosa, Reina de Katwe logra conmovernos con su mensaje: aun el peón, si camina lo suficiente, puede convertirse en reina.

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autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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