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Cine

Cosas insignificantes – Crítica

16-04-2009, 10:26:11 PM Por:
Cosas insignificantes – Crítica

Funciona como una buena película si se le concede el beneficio de las ópera primas en México, aún así, no deberíamos ser tan complacientes.

Cine PREMIERE: 3
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Cosas insignificantes es el tipo de película que, por su estilizada y bien lograda labor, resulta imposible no gustar. De ahí la incomodidad que inspira la remilgada exactitud de sus actuaciones, de su melodrama. De entre todo el reparto, conmueve la actuación de una Bárbara Mori erróneamente subestimada por su pasado televisivo. Entusiasma la pericia de Carmelo Gómez, y la contundencia de un experimentado Fernando Luján. Asimismo, puede llegar a estremecer una Paulina Gaitán profunda y precozmente cautivadora. La fotografía de José María Civit, la virtud más evidente de la cinta, atrapa hasta al espectador más renuente. Sin embargo, conforme la trama se desenvuelve –endulzada por una banda sonora efectista, un juego narrativo fragmentado y astutamente justificado– la película empalaga. No es extraño que Guillermo del Toro haya producido el filme: el maestro de la espectacularidad sesuda intuyó que resultaría una película “bien hecha”, una producción notable, estrella que brilla en el oscuro cielo cinematográfico nacional.

Deja el mismo sabor de boca que una película hollywoodense aceptable, medianamente lograda: decente entretenimiento dominguero. Y es que el guión de Andrea Martínez se presta para ello: las historias de un terceto de vecinos de un barrio capitalino se entrecruzan –recurso narrativo por demás cansado; para el infortunio véase Amores Perros (Alejandro González Iñárritu), para la genialidad Magnolia (P.T. Anderson)– el día que sus vidas están por dar un giro radical. Un médico pediatra (Gómez) descubre que el hijo ilegítimo que ha tenido con la acaudalada esposa (Mori) de un empresario infiel, padece leucemia. La mesera adolescente (Gaitán) de un café oriental tiene que separarse de su hermana menor contra su voluntad. Un psicoanalista infantil (Luján) intenta reconciliarse con su hija sin poderlo, al tiempo que funge como eje del resto de los protagonistas. Sin embargo, conforme el desenlace se aproxima, la película en sí es lo que da el giro determinante. En lugar de apostar por la sobriedad de los primeros minutos, pronto se torna una especie de realismo mágico, versión de un predecible drama televisivo: hay una escena donde nieva mientras conversan la adolescente y el psicoanalista, por ejemplo, cosa que parece revelarle a la primera la necesidad de ir en busca de su hermana, algo innecesario, la muletilla. De los tres finales en que desemboca la película, el mejor es, sin duda, el de Mori, quien termina rapándose en un acto de solidaridad con su hijo enfermo. Esta escena, ya comentada por la prensa rosa desde que fue rodada, permite que la película cierre congruente consigo misma –tanto en su dimensión de amaneramiento obstinado, como en su azucarada indigestión–. Pero no seamos tan duros: todo indica que Martínez Crowther tiene oficio, y no nos sorprenderá que su segundo filme pula y mesure un talento al parecer, con este primer largometraje, demasiado esforzado.

 

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