Desafío
Desafío podrá no figurar en festivales de cine de arte, pero apela a un tipo de cine que también es importante: el simple entretenimiento familiar sin pretensiones.
Hablar de dramas deportivos en el cine mexicano es referirnos a un subgénero poco explotado; desde la poco conocida México Vs Estados Unidos (Humberto Martínez Mijares, 1984) en el que las selecciones juveniles de básquetbol de ambas naciones deben enfrentarse en un duelo cardiaco, hasta la reciente Rudo y Cursi de Carlos Cuarón. Y todavía es menos recurrente el mundo de la velocidad, siendo Amor extremo de Chava Cartas el último –y fallido intento– de las producciones mexicanas a más de 80kmph. Sin embargo, la ópera prima de Julio Bracho resulta una producción mexicana diferente a los crudos dramas urbanos o pretensiones artísticas de contemplación que aparecen en las carteleras cinematográficas.??
El escenario en el que se desarrolla la historia no es nada nuevo: un talentoso piloto de carreras es la estrella de las pistas hasta que es contratado por la escudería más poderosa y fría del circuito, ahí pierde el suelo y debe recuperar el camino para lograr ser el campeón. Llegado un punto sabemos en qué lugar acabarán todos y cada uno de los protagonistas, pero en una cinta donde lo importante son los autos, el espectador no saldrá defraudado gracias a su vertiginosa edición y su impresionante sonido en THX que no le pide nada a cualquier producción extranjera.
??Desafío podrá no figurar en festivales de cine de arte, pero apela a un tipo de cine que también es importante: el simple entretenimiento familiar sin pretensiones.
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