Enseñanza de vida
Una de esas historias sobre el crecimiento, únicas que tratan de algo más que la prepa y el humor de baño.
Es 1961 en los suburbios londinenses. No el moderno y divertido Londres de Twiggy y mini faldas que llegarían unos años después, sino uno a punto de explotar, impaciente por soltarse de sus represiones. Jenny (Carey Mulligan) es una joven adolescente estudiando para sus exámenes de admisión a Oxford mientras fantasea con escapar de sus padres burgueses y vivir una vida exótica donde se pueda vestir de negro, fumar cigarrillos y hablar francés. Así que cuando se abre una puerta a esas posibilidades, ella da el brinco, sin importar lo tonto o inapropiado que sea… y así comienza su educación de verdad.
Cunado Jenny conoce a David (Peter Sarsgaard) por coincidencia, el mundo con el que sueña se abre ante ella. Parece no importar que él casi le dobla la edad, o que es demasiado astuto: él la lleva a subastas de arte, conciertos y vida nocturna mientras la encanta con sus amigos de mundo y palabras inteligentes. Incluso su padre (Alfred Molina) queda seducido por la facilidad de la palabra de David, y deja que su hija se deshaga de sus aspiraciones de una educación mayor para perseguir un matrimonio con un novio tan bueno para ella. Hasta que, claro, la realidad se aparece y Jenny, con el corazón roto pero más sabia, hace las pases con su desilusión.
En manos menos hábiles esta premisa tal vez se hubiera vuelto un cliché, pero al ser escrita por Nick Hornby (adaptada de las memorias de Lynn Barber) y personificada por la talentosa novata Carey Mulligan y el resto del elenco, Enseñanzas de vida se convierte en una de esas historias sobre el crecimiento únicas que tratan de algo más que la prepa y el humor de baño.
–Vera Anderson
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