París 36
Su pretensión de configurar un discurso complejo, que dé pie a múltiples interpretaciones, es un intento fallido.
El Tour de Cine Francés en México es una muestra de dudoso prestigio. Las películas que ahí se exhiben no necesariamente son lo más destacado de la producción de ese país europeo. Aunque existen honrosas excepciones, la mayoría de las veces las cintas proyectadas en ese foro se acercan a los estándares estéticos del cine hollywoodense, lo que origina que el espectador no distinga el valor de su presentación. Por desgracia, París 36 cumple con la norma del certamen (si bien ahora aparece en salas de cine comercial). La historia se desarrolla en 1936 en Francia, un grupo de artistas proletarios se enfrentan a un empresario para ocupar el teatro Chansonia. El escenario donde se efectúa la disputa es un espacio explícitamente diseñado por el director del filme, Christophe Barratier, para ofrecer una lectura político-social sobre los tiempos actuales. Paralelamente tiene cabida un triángulo amoroso entre la encantadora Douce (Nora Arnezeder), el joven Milou (Gérard Junot) y el adinerado Galapiat (Bernard-Pierre Donnadieu). El relato es un musical que combina efectivos clichés provenientes del cine estadounidense con actuaciones destacadas. París 36 presenta secuencias entretenidas y divertidos gags. Sin embargo, su pretensión de configurar un discurso complejo, que dé pie a múltiples interpretaciones, es un intento fallido. De igual forma, el tratamiento temporal narrativo del filme no tiene relevancia; obedece, sencillamente, a un estructura tramposa, poco trascendental para la cinta.
–Abel Cervantes
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