Sonata para un hombre bueno
Esta cinta es una grata sorpresa que logra lo que pocas: es didáctica, emotiva y cruda a dosis iguales y con mesura.
Uno pensaría que, siendo el conflicto armado al que más recurre el cine, los testamentos fílmicos sobre la Segunda Guerra Mundial y sus orígenes serían variopintos. Sin embargo, la afinidad cultural de Hollywood hacia la tragedia del Holocausto judío ha encaminado a la mayor parte de las narraciones (y los presupuestos) en esa dirección. Además, la mitología de la Gran Guerra ha configurado arquetipos en blanco y negro, en donde los alemanes, sean nazis fervientes o no, son revestidos con el acre olor del fascismo. Por eso, Sonata para un hombre bueno, la historia de un hombre de negocios germano que salva a miles de chinos durante la invasión japonesa a Nanjing, durante la preparación geopolítica para la Gran Guerra, es bienvenida: no sólo describe a un individuo que antepone el espíritu humano a su afiliación nacionalsocialista, sino que delinea un frente de batalla, el chino, pocas veces analizado.
?En esta cinta de apabullante producción, que transcurre entre 1937 y 1938 (a punto de explotar la pólvora en Polonia), los alemanes aún tenían fe en que Hitler llevaría al mundo a buenos derroteros: Rabe le escribe, incluso, rogándole interceder en la masacre (sin conocer, claro, los tejemanejes entre el führer y el emperador nipón), y por eso la decepción ante el régimen imperialista es aún más dolorosa. Esta cinta es una grata sorpresa que logra lo que pocas: es didáctica, emotiva y cruda a dosis iguales y con mesura. Con un sólido reparto secundario que incluye al mejor Steve Buscemi, con sus chispazos de ironía, el filme es de ésos que tendrá buena reputación boca a boca y permanecerá, esperemos, varias semanas en el circuito de arte.
–César Albarrán Torres
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