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Columnas

Ser Vincent Gallo

26-02-2009, 10:08:49 AM Por:
Ser Vincent Gallo

Después de dejar cuerpo y alma en la Berlinale y los asuntos que tuvieron que ver con ésta, vuelvo finalmente al rincón más frío de esta Comunidad, aquel que, con todo y su pequeñez y sus límites, me imagino muy similar a esta Berlín cubierta por un gris que parece más pelambre de rata que […]

Después de dejar cuerpo y alma en la Berlinale y los asuntos que tuvieron que ver con ésta, vuelvo finalmente al rincón más frío de esta Comunidad, aquel que, con todo y su pequeñez y sus límites, me imagino muy similar a esta Berlín cubierta por un gris que parece más pelambre de rata que humo de fábrica.

Para los que leen este espacio, ya sabrá que lo más se muestra aquí -y además se defiende con un estoicismo de madre mexicana sacada de una peli de Ismael Rodriguez- son pedazos de nostalgias. Nostalgias viejas empolvadas por el tiempo y desgastadas por el óxido. Nostalgias nuevas que se vienen acumulando cada segundo, tan pronto el presente deja de ser presente. Nostalgias verdes y gruesas, femeninas y rotas. Nostalgias de infancia y adolescencia, y también las que se adelantan porque ya son las nostalgias de mañana o del lustro siguiente. Nostalgias voraces y tímidas, con estómagos insaciables o de las que luchan por desaparecer. Nostalgias mexicanas y uruguayas; prestadas y compradas y propias. Nostalgias varias como las que solamente puede haber en un supermercado de nostalgias o en un mall de dimensiones colosales, como me imagino que habrá en Miami, siempre repleto de nostalgias en descuento o asequibles con pagos a crédito.

Sé que a veces las nostalgias no venden tanto como otras cosas, y por eso aunque gozo de un selecto grupo de clientes, todos ellos mujeres y hombres de buena fe a quienes agradezco infinitamente su presencia, hay veces en las que no puedo evitar sentirme un poco fuera de lugar. Digamos, y de allí el título de este post, que tanto en esta Comunidad como en múltiples aspectos de mi vida cotidiana, hay veces en la que me veo como un típico padeciente del síndrome de Vincent Gallo, en pocas palabras un tipo rarillo que escribe y dice cosas rarillas, eso por más que yo insista en que lo mío es meramente el tráfico -abusivo a veces, no lo niego- de nostalgias, y a veces también de melancolías, que a fin de cuentas no son otra cosa que nostalgias con poliomelitis.

Tal reflexión, y ello quiero que quede muy claro, no obedece de ninguna manera a un ejercicio autocompasivo ni mucho menos. No es la primera vez que me sucede y a estas alturas lo que menos me interesa es vestirme de víctima o de freak que sufre o goza de su frikeísmo, si se me permite el término. Es lo que es y no hay que darle más vuelta: Si hay otros que son el Tom Cruise o el Quentin Tarantino o el Steven Spielberg (porque a fin de cuentas hablamos de cine o desde el cine) de las comunidades blogueras o de los esfuerzos colectivos o en sí de cualquier impulso por comunicar, a mí me tocó, o más bien yo elegí -no lo sé a ciencia cierta pero tampoco me importa- el rol de Vincent Gallo y, para ser más específicos, el rol de Vincent Gallo en Arizona Dream. Después de todo eso es lo que represento y/o elegí representar: lo expatriado, lo autoexiliado, lo extravagante. Y lo construido, ya lo dije, con base en nostalgias puras o adulteradas con un poder de autorreproducción impresionante. Y sí, claro, no he dicho que no, también lo rarillo.

Acto seguido he preparado un pequeño homenaje para mi mentor, ese curioso personaje que representa como nadie la obsesión de simular, representar y celebrar nostalgias. Vivir en y de la nostalgia. Perseguir a una de ellas hasta alcanzarla y luego seguir a la siguiente. Algo de ello puede mirarse secuencia que presentaré, aquella que a mi gusto es lo que más merece la pena de aquel filme -junto con los otros pequeños homenajes que el mismo Vincent Gallo hace a El Padrino y Toro Salvaje– que Emir Kusturica filmó en 1993:

 

Nota: En algún momento creí que bien podía escoger el rol de Todd Solondz pero a su síndrome, aunque melancólico, le sobra lo sórdido.

Sí. Aquí seguimos todavía.

 

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autor Carlos Jesús (aka Chuy) es escritor y periodista freelance. Desde 2006 radica en Berlín, desde donde colabora para distintos medios. Sus pasiones son su familia, la cerveza, escribir relatos y el cine de los setenta.
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