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Cine

Un hombre gruñón

12-06-2017, 10:14:06 AM Por:
Un hombre gruñón

La nominada al Oscar A Man Calles Ove, es humor y drama con toque sueco.

Cine PREMIERE: 3.5
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Kontrollzwang es la palabra alemana que designa a todas aquellas personas que se obsesionan por el orden a un nivel ridículo y enfermizo, digno de diván de psicoanalista. Un orden que, además, se halla supeditado a los parámetros que ellos mismos le otorgan, con lo que jamás estarán satisfechos con lo que se realice para complacerlos aunque para ello se emplee el mayor esfuerzo posible. Ignoro cuál será la palabra sueca para estos individuos condenados a un mundo tan ilimitado y poco flexible, pero me queda claro que el protagonista de Un hombre gruñón padece de este terrible mal, tan común en los pueblos del norte de Europa y tan opuesto a ese laissez-faire del que han abusado culturalmente los países mediterráneos, por no dejar de mencionar a los situados por debajo del Río Bravo.

Para su mala fortuna, Ove –suculentamente interpretado por el grandulón Rolf Lassgard, un rostro muy conocido en Suecia– no sólo se frustra cuando el orden de su mundo es alterado, sino que además lleva varios meses sufriendo un profundo cuadro depresivo a raíz de la muerte de Sonja (Ida Engvoll), su mujer. Tanta pena y tanto comportamiento antisocial es contado por el director Hannes Holm a manera de farsa, sobre todo en lo que corresponde a los frustrados intentos de suicidio de Ove, respetando el tono de la novela de Fredrik Backman en la que se basa. Además, echa mano de ellos a manera de recurso para sumergirnos en su pasado, lo que nos permite comprobar que Ove no siempre fue un tipo agrio y rompepelotas sino que por regla general solía ser un hombre de gran corazón, un héroe anónimo incluso que tuvo la mala fortuna de que la tragedia de existir se ensañara con él de un modo particular. Eso da oportunidad a que el espectador consiga establecer empatía con un personaje tan repelente, empatía que se torna en simpatía cuando entra a cuadro una nueva familia de vecinos compuesta por una inmigrante iraquí (Parnaveh, encarnada por la actriz Bahan Pars), su marido y sus dos hijas. Es con esta mujer o gracias a ella que Ove restablece contacto con lo mejor de sí mismo, con aquello que ha perdido en sus 59 años de vida pero también con lo ganado, o más bien con lo aprendido, que no es poco.

No cabe duda de que este tipo de relatos abundan en el espectro cinematográfico y que, por lo mismo, las audiencias no se hallarán con un producto nuevo. Sin embargo, y aunque la cinta de Holm no alcance la brillantez y la genialidad contundentes de Toni Erdmann –las comparaciones son inevitables: ambas películas contendieron por el Oscar por Mejor película extranjera y las protagonizan hombres de edad en búsqueda de redención– no cabe duda de que logró narrar la historia referida con destacable equilibrio. Ciertamente hay en ella atisbos de cursilería pero en su mayor parte éstos se antojan necesarios más que inevitables, y también se perciben ciertas salidas de tono –el conflicto de Saab contra Volvo– que le restan realismo al conjunto. Aun así, Un hombre gruñón no pierde su principal intención, que parece ser la de ofrecer un retrato muy humano y profundamente melancólico. Tal vez ello se deba a la tradición existencialista escandinava que parece impregnar todo lo que sale de esa geografía, o meramente a una labor muy consciente de lo que se quiere contar y cómo se quiere contar. En todo caso, el trabajo de Holm y su equipo funciona como un nuevo recordatorio de la solidez de la que goza el cine vikingo, solidez que, para ser honestos, presenta una constancia envidiable desde hace ya muchos años. Su impronta es tan inconfundible y confiable como un mueble de Ikea, y tan persistente como la obsesión de un enfermo de kontrollzwang

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autor Carlos Jesús (aka Chuy) es escritor y periodista freelance. Desde 2006 radica en Berlín, desde donde colabora para distintos medios. Sus pasiones son su familia, la cerveza, escribir relatos y el cine de los setenta.
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