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Columnas

Una buena y una mala.

25-02-2009, 10:38:51 AM Por:
Una buena y una mala.

Como siempre, primero la mala. El último comunista (Lelaki komunis terakhir, Malasia, 2006), dirigida por un tal Amir Muhammad, es una vacilada. La historia de Chin Peng, alguna vez líder del Partido Comunista de Malasia pero que ahora vive en el exilio, es un documental que combina una cantidad sorprendentemente escasa de información —toda la […]

Como siempre, primero la mala. El último comunista (Lelaki komunis terakhir, Malasia, 2006), dirigida por un tal Amir Muhammad, es una vacilada.

La historia de Chin Peng, alguna vez líder del Partido Comunista de Malasia pero que ahora vive en el exilio, es un documental que combina una cantidad sorprendentemente escasa de información —toda la historia de Peng se cuenta en títulos, sin mostrar siquiera una foto del tipo— con canciones. Canciones. Es un documental musical. De repente una gordita sale a cuadro cantando sobre lo importante que era tener tu carnet de identidad en el régimen y, en otra secuencia delirante, una mano con caritas dibujadas en los dedos canta una canción sobre no sé qué tontería. No, bien baboso.

Supongo que algo tiene de original poner cuadros de baile y deditos bailarines en un documental sobre el comunismo, y hasta me atrevería a sospechar que quizás el tema es delicado para los malayos o algo. Pero la verdad es que es la única película de FICCO que he lamentado ver.

¿Y la buena? La buena es una película llamada Adiós Solo (Goodbye Solo, Ramin Bahrani, EUA, 2008), que vimos entre las películas de Murnau y Del tiempo y la ciudad, el sábado en Casa de Arte. Típica película independiente gringa, la cinta termina resultando entrañable gracias al personaje del título, un taxista senegalés apellidado Solo que traba amistad con uno de sus pasajeros, un hombre de 70 años que parece estar haciendo preparativos para despedirse de este mundo.

De nuevo, tengo un particular gusto por aquellas cintas que se desentienden del melodrama, que no necesitan de tramas rebuscadas y actuaciones afectadas para dejar claro el punto. Y también aprecio esas películas que admiten que la vida no siempre se resuelve en el tercer acto, que la ficción debe ser más segura y reconfortante que la realidad. Inevitable y definitiva, pues.

Por cierto que no sé a quién se le habrá ocurrido eso de vender cerveza a cubetadas en el Cinemex de Masaryk, pero ciertamente se agradece durante esas largas jornadas cinéfilas como la del sábado… La vida ciertamente parece mejor así. ¡Salud!

—Antonio Camarillo

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