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Cine

Verónica – Crítica

28-08-2017, 1:15:17 PM Por:
Verónica – Crítica

Verónica repite una y otra vez lo que se espera de un thriller psicológico, no hay misterio, no hay novedad, sólo el pequeño desencanto de la repetición.

Cine PREMIERE: 2.5
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¿Qué se necesita para caminar por los laberintos de la mente? Un día el teléfono suena y una afamada psicoanalista (Arcelia Ramírez) decide aceptar el caso de Verónica de la Serna (Olga Segura), una problemática paciente que ha sido transferida de consultorio en consultorio.

Aisladas del mundo, la terapia se realiza a través de una suerte de retiro en donde Verónica y la especialista comienzan un juego de poder, una tensión que aumenta día a día y que los directores Carlos Algara y Alejandro Martínez Beltrán, retratan en su ópera prima: Verónica (2016).

Visiblemente influenciada por la estructura del thriller psicológico americano de la década pasada (Besos que matan, Ni una palabra, El coleccionista de huesos), Verónica es un trabajo cinematográfico que ambiciona más de lo que puede obtener: comenzamos por el blanco y negro cliché que de inmediato exige y predispone al espectador a una tensión que puede parecer forzada por la poco estimulante actuación de Segura.

En la película, el encuadre sólo pertenece a las dos protagonistas, un reto actoral que Ramírez asume con la experiencia y el temple de su carrera, sin embargo, su coprotagonista, por momentos parece acartonada, una ejecución en escena que convierte, por ejemplo, a los diálogos en una interacción que quiere parecer inteligente, novedosa pero que en el esfuerzo sólo añade una artificialidad que rompe con el objetivo de la película: seducir, tensar, exigir.

Y en esta exigencia, Verónica quiere hacerle todo el trabajo al espectador al obviar las características del thriller: el misterio, la lucha de egos y el pasado oscuro de Verónica no se dosifican, al contrario, los directores construyen su película sin tantas capas de lectura, una decisión que no podría ser cuestionable pero que, por desgracia, hace a todo el trabajo predecible, sin sorpresas.

Seguir el juego de posibilidades que se abren entre la relación terapeuta-paciente son habilidosas pero no ofrecen un reto significativo: aunque no queramos, sabemos quién es quién y las pistas dejadas a través de flashbacks comienzan a armar el rompecabezas que se inserta entre los límites de la realidad y la ficción.

Esa es la gran debilidad en Verónica: si la mente está llena de laberintos, ¿por qué recorrer los que ya están explorados? Fondo y forma son viejos conocidos que aseguran una zona de confort en una alejada y tenebrosa cabaña, en medio de un bosque, con un ático misterioso, llamadas que no se contestan, una sensual y trastornada paciente, una doctora ortodoxa, correcta, cuadrada pero débil.

¿Les suenan estos elementos? Son, al menos, algunas de las partes esenciales de las películas que mencioné arriba, ¿por qué regresar al mismo lugar y una otra vez? ¿Necesitamos todo este escenario para explorar temas tan interesantes como el deseo femenino o las relaciones entre madre e hija? Lo que es claro en la película es que cada uno de nosotros está construido por mundos complejos, dolorosos, sucios y el verdadero reto radica en ocultarlos, potenciarlos, repetirlos o detenerlos.

Verónica, por desgracia, funciona más desde la decepción si pensamos en la producción de películas mexicanas que han tratado de explorar estos territorios (me viene a la mente Las tinieblas de Daniel Castro Zimbrón), un listado muy pequeño en comparación a todas las mediocres comedias mexicanas. Sí, aceptar el reto es totalmente aplaudible, el mérito, sin duda, es evidente, pero lejos de ir al tema bastaría cuestionar al cine mexicano, ¿por qué se tiene miedo de ejecutar temas así? ¿Por qué seguimos apegados a modelos preestablecidos?

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autor Escribo sobre cine y televisión. Me gusta pensar las imágenes. Colaboradora en Revista Nexos, Butaca Ancha y F.I.L.M.E Magazine. Cuando sea grande quiero ser como Luisa, en Días de otoño de Roberto Gavaldón.
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