Abolición de la propiedad

Un sillón y una grabadora de voz. Ésa es toda la escenografía en la nueva cinta de Jesús Magaña (Sobreviviente), un thriller arriesgado que narra el misterioso encuentro de dos desconocidos y, por lo tanto, el irremediable choque de mundos diferentes.

Basada en la obra homónima del escritor José Agustín, Abolición de la propiedad rescata el espíritu teatral del texto original al utilizar una sola locación: un espacio de fondo negro que emula el sótano de una casa, cuyo círculo de luz solamente ilumina un sofá y una vieja grabadora de audio, como si se tratara de una puesta en escena. Ahí, dentro de esa abstracción de la realidad, Norma (Aislinn Derbez) y Everio (Humberto Bustos) son forzados a pasar el tiempo mientras esperan a una amiga en común. Sin embargo, su encuentro nunca es plácido, ya que desde el inicio está marcado por una fatalidad: Norma se da cuenta de que la grabadora tiene registradas sus tensas pláticas, antes de que estas se lleven a cabo.

A pesar de que la acción recae sólo en el diálogo entre ambos personajes, el filme logra mantener al espectador en suspenso y sorprendido con todos los viajes emocionales que al parecer pueden desatarse con el simple encuentro de dos personas de ideología distinta.

Quizá el filme no resulte tan contestatario como la obra literaria –ubicada a finales de los polémicos años 60– pero nunca se torna predecible ni aburrido, gracias a las sólidas actuaciones y a la gran historia original: una metáfora de suspenso sobre las relaciones humanas que, además de reflexiones, te deja un nudo en el estómago.

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Jessica Oliva Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.