Sólo Dios perdona

Tras deslumbrar en 2011 con la violencia estilizada de Drive El escape, el director danés Nicolás Winding Refn regresa con Sólo Dios perdona (Only God Forgives), un largo  de su completa autoría (guión original y dirección), que ha puesto a debatir a la crítica y a los admiradores sobre si se trata de un mero ejercicio estilístico o una obra de arte.

Ryan Gosling, su actor fetiche, lidera este thriller de venganza que, si bien se enfoca más a la belleza de las formas, no significa que esté vacío de contenido. Eso sí, éste se encuentra supeditado al impecable estilo visual, que es el verdadero protagonista.

Lo primero que resulta evidente es que esta alucinación en tonalidades rojas no es Drive 2. Ubicado en un hipnótico Bangkok, el filme sigue a Julian (Gosling), un mafioso americano que busca vengarse del asesino de su hermano. La historia se desenvuelve en una especie de pesadilla: un universo infernal de neón, sombras y medias luces en donde la tortura es un arte y la iluminación, o la falta de ella, se vuelve un personaje más.

Ultraviolenta y bastante pausada, Solo Dios perdona carece de la conexión emocional de Drive, o al menos no explora las emociones de la misma manera. El cómo se “ve” la historia prevalece sobre la narración en sí; pero no se puede negar que es un constante clímax técnico, que merece ser visto por sus proezas en dirección, fotografía, diseño de producción y por la forma en que el tiempo se detiene en cada una de sus secuencias.

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Jessica Oliva Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.