Más negro que la noche

Los últimos remakes de clásicos de terror de Carlos Enrique Taboada se hicieron en 2007 y 2009. Las no tan afortunadas nuevas versiones de Hasta el viento tiene miedo y El libro de piedra– la primera dirigida por Gustavo Moheno y la segunda adaptada también por él– decepcionaron a más de un par. El problema: la falta de esa atmósfera perturbadora que distinguió a las películas del llamado “duque” del horror nacional.

Ahora, el clásico Más negro que la noche regresa “modernizado” y convertido, además, en la primera película mexicana en live-action filmada en 3D. Sin embargo, más que una reinterpretación del filme de 1975, el director Henry Bedwell (Avisos de ocasión) entrega solamente un espectáculo/homenaje a las “casas de sustos“ de Taboada, cuyo único fin es divertir y que –a diferencia de las anteriores– acierta, al menos, en no tomarse a sí mismo muy en serio. 

El guión, sin más que ofrecer que la experiencia de dar brinquitos en las butacas (a veces), traslada sin grandes cambios la historia original a los tiempos actuales. Aquí 4 amigas (Zuria Vega, Eréndira Ibarra, Adriana Louvier y Ona Casamiquela) se mudan a una sombría casona atormentada por el espíritu de “la tía Ofelia” y su misterioso gato. Esta vez, el papel de la estoica ama de llaves cayó en manos de Margarita Sanz, la joya del elenco, mientras que José María Torre –también productor– hace las veces de un novio infiel bastante antipático.

Más negro que la noche funge como una mera atracción “de espantos”, que de pronto confunde el suspenso con el letargo y falla en varios efectos, pero que no escatima en su ambientación, pues se toma libertades en sus escenarios para hacerlos más fantasiosamente espeluznantes. Finalmente su estereoscopía es eficiente, pero queda un poco desaprovechada al ofrecer sólo un par de momentos que visualmente aportan algo significativo a la experiencia. 

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Jessica Oliva Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.