Dólares de arena

Esta película cuenta el romance entre una anciana turista francesa y una pobre local dominicana, casi criminal. Luego de un idilio amoroso, el desarrollo de su relación da lugar a una latente tragedia criminal sustentada en los peligros de la vida cotidiana de la clase que conforman la servidumbre. 

Geraldine Chaplin, quien siempre brillará más por el parentesco con su genial padre, y por entregar una enternecedora interpretación de su propia desconocida demente juguetona abuela –en la biopic del mismo genio pionero del cine–, hace en Dólares de arena el papel de la turista, sobrepasada de ingenua, con un sorprendente atrevimiento desmaquillado de fuerza física imprevisible.

Por lo demás, no existe en toda la película ninguna otra figura notable cuyo chisme valga la pena contar. Entre el talento natural y la improvisación, esta es una de esas imprescindibles experiencias que equilibran bastante bien la narración lineal cronológica con la búsqueda de una emotividad surgida de lo más descontrolado. Se vale de lo espontáneo con el mismo pulso con que el actor se deja de ser sólo profesional.

Esa es la enorme virtud de esta modesta producción multinacional: Consigue despojar a su principal estrella de todo esplendor, mientras destaca el deslumbrante elenco menos conocido, solamente para sacar de ellos actuaciones que representan a lo peor de una comunidad acostumbrada al abuso y el movimiento de caderas.

Se trata de un afortunado espectáculo de la derrumbe. Una muy bonita película sobre un tema terrible. Un planteamiento claro del potencial corrupto de todas las clases sociales, articulado con muchas formas y artificios de lo mejor que hay en el cine mundial.

Parecido a lo que ocurre con Paraíso, Amor, e incluso con Simbad el mareado, Dólares de arena sólo se distingue por ser la menos humorística de todas estas historias sobre turismo sexual. Pero eso no le resta cualidades, al tratarse de un melodrama perfectamente creíble y cuyo estilo audiovisual exhibe refinamiento y una delicadeza inusuales pero sanas.

Es de verdad una pena que sea algo digno de nota roja lo que se cuente entre lo mejor del año, pero se agradece la propuesta estética. Dólares de arena es además una historia sin prejuicios hacia ninguno de sus personajes. La moral siempre queda a discusión, porque malas decisiones cualquiera las comete. Lo cual hace que esta valiosa película sólo sea más deprimente, aunque recomendable.

No dude en verla.

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Alejandro Murillo Alejandro estudió en el CUEC; escribe sobre cine desde antes de querer dirigir películas. Sus pasiones son grabarlo todo sin límites, programar películas en cineclubes y los títulos “jamás estrenadas en México”.