Los 8 más odiados
Tiene todo el sello Tarantino, pero se queda corta frente a su predecesoras.
Haciendo un paralelismo o analogía, Quentin Tarantino es un gran chef. Estoy hablando de uno de los mejores que hayan pisado esta tierra y ¿qué es lo que hace un chef de alta cocina? Mezcla, toma elementos por todos conocidos –como lo sería un poco de salsa, carne aquí, pasta por allá, verduras– y el producto final, aunque ya lo conozcamos, es la experiencia al probarlo lo que nos hace maravillarnos.
Así ha sido su cine, un remix de la infinidad de películas que ha visto a lo largo de su vida –una de sus citas más famosas: «¿Ir a la escuela de cine? No, yo fui al cine»–. Tenemos entonces tantas historias de blaxploitation como los clásicos de Shaft o Cleopatra Jones, cine oriental de Bruce Lee hasta los western y su subgénero el spaghetti western, todo ello combinado para presentarnos historias construidas con grandes personajes a través de diálogos únicos.
Los 8 más odiados parte entonces de una sencilla idea: encerrar a ocho personajes centrales –que en realidad son nueve si contamos a OB, el chofer de uno de ellos y que está desde el principio– durante una tormenta y con una inquietante duda a la Agatha Christie, uno de ellos no es quien dice ser.
Dividida en capítulos, uno de los tantos sellos de Tarantino, la película nos atrapa… hasta avanzada una hora de la trama. Y no es que la primera hora sea tediosa, simplemente se tarda en arrancar, presentándonos a los personajes pero tomándose mucho más del tiempo necesario. Es hasta bien llegados los primeros 60 minutos que comenzamos a ver lo que cocina el director, especialmente armado a través de un gran recurso: él mismo como narrador de la historia. Definitivamente Quentin Tarantino debería ser el narrador de sus siguientes dos películas (si es que llega a cumplir eso de sólo hacer diez filmes).
Filmada en 65mm –se filma en 65mm y se proyecta en 70mm–, lo lamentable del asunto es su ejecución, pues tanto se mencionó alrededor de la producción y el uso de una cámara y rollo cinematográfico poco utilizado en la actualidad, que resulta irónico el tener un gran formato para una locación tan, pero tan pequeña.
Los personajes son todo lo que nos podemos esperar de un guión de Tarantino; es complicado mencionar alguno que sobresalga, ya que cada uno tiene su momento, donde obviamente está la nominada al Oscar Jennifer Jason Leigh o el favorito del director, Samuel L. Jackson. Aunque no por sonar nacionalista o patriotero, pero Bob el mexicano, interpretado por Demián Bichir se lleva una de las mejores junto a Jackson, comenzando por un uso del acento muy característico, mencionado y alabado por el resto de sus compañeros del cast.
Ennio Morricone entrega un score inquietante pero grandioso en cada secuencia donde aparece, todo ello a través de ocho notas presentes a lo largo de sus temas, todas ellas representando a cada personaje, en diferentes secuencias, pero cada una de ellas cargadas de suspenso y tensión típica de un western.
No sería un western de no existir un mexican stand-off y el que vemos en pantalla alcanza la tensión suficiente para volverse un nuevo clásico dentro de la filmografía de Tarantino. Pero entramos después en un terreno en donde el director se sobrepasa y se llena de sí mismo y su estilo, pues mientras en Django sin cadenas teníamos un tercer acto brutal y vengativo, aquí sólo obtenemos gore por gore, con litros y litros de sangre de casi la misma cantidad que cuando Beatrix Kiddo se enfrentó a los Crazy 88.
Los 8 más odiados tiene el sello «Tarantinesco», donde él en su papel de chef gourmet crea un platillo que tarda en llegarnos el sabor, pero que luego se vuelve delicioso y justo para acabar empalaga por tener un exceso en su sabor, en su estilo. Muchos de los fans del director, tras ver la octava cinta de Quentin Tarantino, coincidirán con el teniente Aldo Raine al final de Bastardos sin gloria cuando dice que ha hecho su mejor obra, ya que este western no está al nivel de sus clásicos.
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Sergio López Aguirre Stanley Kubrick alguna vez dijo "Para tener una visión más amplia, no sólo vean cine bueno, también el malo" obvio le hice caso en lo segundo y es muy divertido.
