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Cine

Desierto

11-04-2016, 3:17:05 PM Por:
Desierto

Aunque superficial, la cinta de Jonás Cuarón cumple como thriller y es oportuno.

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El tema de la caza, del cazador y su presa, es un arquetipo que hemos visto incontables veces en la pantalla grande. Tiene que ver con el impulso humano de controlar el entorno, de ponerse hasta arriba de la cadena alimenticia como depredador y de dominar su territorio. ¿Pero qué pasa cuando este juego mortífero sucede entre dos seres humanos? Desde que se publicó el famoso cuento The Most Dangerous Game –escrito en 1924 por Richard Connell–, han sido muchas las cintas de acción y suspenso que se han nutrido de la caza y persecusiones de seres humanos (en terrenos salvajes) para tenernos al filo del asiento. La historia de Connell, sobre un cazador aristócrata en una isla que se dedica a cazar a sus huéspedes y visitantes, es tan universal que la podemos encontrar en todos lados: desde La prueba del león, hasta Los juegos del hambre.

Esta vez nos la volvemos a topar en Desierto, el segundo largometraje de Jonás Cuarón (Año uña), la película que –según ha dicho varias veces el joven director– sirvió de inspiración tanto a él como a su padre, Alfonso Cuarón, para posteriormente hacer el guion de Gravedad. Las similitudes entre ambas son pocas pero identificables: ambas son historias de acción y de supervivencia en ambientes hostiles; es decir, sus personajes principles se enfrentan a la nada inhóspita, que parece no aceptar la presencia de vida: en el caso de Sandra Bullock se trata del vacío del espacio, en el caso de Gaél García Bernal –protagonista de este nuevo thriller–, se trata del paisaje desértico. Desierto, sin embargo, es un thriller bastante tradicional (usa los elementos del suspenso y de acción que todos conocemos ya), además de presentar una premisa principal bastante básica: un grupo de migrantes mexicanos (entre los que se encuentra el personaje de García Bernal) luchan por sobrevivir mientras son perseguidos por un vigilante norteamericano fronterizo psicópata (Jeffrey Dean Morgan) y su imponente y listísimo perro Tracker (interpretado por tres caninos que merecen todos los premios a perros actores habidos y por haber, hace mucho que no vemos un villano perruno así). En este sentido, se trata de una película de un solo hilo que sigue las reglas del género al pie de la letra, con firmeza y madurez, y de la cual quizá no habría nada más que decir excepto por una cosa. Aquí, el ser humano no caza a otro ser humano por deporte, sino por xenofobia. Jonás Cuarón no trasladó el alma de The Most Dangerous Game a cualquier desierto, lo trasladó a la frontera entre México y EE.UU, en un tiempo electoral en que el tema migratorio es objeto de análisis, reflexiones, vituperios y extremismos. Después de todo es el tiempo de Donald Trump y, sólo por ello –haya sido la intención o no–, la película adquiere una connotación política.

Desierto cumple como thriller, pero es completamente unilateral y unidimensional como apunte migratorio. No profundiza en las motivaciones del vigilante, por ejemplo, ni en las causas de su odio hacia los migrantes, a quienes asesina a sangre fría, disparando su rifle a quemarropa y sin miramientos. Tampoco nos dice mucho del personaje de Gael, cuyo pasado y contexto familiar logramos vislumbrar en un diálogo fugaz, que lo consolida como el migrante esperanzado que ya hemos visto en otras ocasiones. Este universo de blanco y negro, de persecutor y perseguido, de solo dos caras de la moneda, nos deja con una sensación de superficialidad. Si es que existe algún comentario social intencional en esta trama, podría ser el más básico de todos, sostenido en los derechos humanos y el sentido común: nadie merece ser cazado, nadie tiene derecho a cazar a otro. A quienes buscan una cinta emocionante de acción y de suspenso puede que les sea suficiente, a quienes buscan una crítica, discusión o ficción fortalecida por los relatos de la vida real de migrantes (como La jaula de oro o Sin nombre), seguramente no. Aun así, cabe decir que hay mucha frescura en el hecho de convertir al migrante en héroe de acción, una figura que a menudo es representada como la víctima. 

Y sin embargo, es la situación externa y coyuntural la que hace que Desierto resuene de forma especial en nuestras cabezas. Cada secuencia es como si estuviéramos viendo algo imperdonable: el sueño morboso de aquellos que, en plena carrera electoral de EE.UU, han expresado su odio irracional y hasta tendencias homicidas hacia los migrantes. A pesar de su premisa extrema –como de pesadilla fronteriza– y de su unilateralidad, Desierto nunca se siente del todo descabellada ni caricaturizada. Es como si la pantalla nos dijera: «Esto, tal cual, es lo que algunos desean». Y es imposible permanecer indiferente a eso. Cuando menos, la película demuestra que el menor de los Cuarón sabe su oficio: cómo hacer un thriller y no morir en el intento.

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autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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