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Akira Kurosawa, sus mejores películas

13-07-2021, 9:07:56 AM Por:
Akira Kurosawa, sus mejores películas

El éxito de las películas de Akira Kurosawa no se limitó a su enorme talento, sino a la enorme pasión que sentía por el cine y su trabajo.

Podría pensarse que el legado en películas de Akira Kurosawa se limita a la industria japonesa. Sin embargo, su influencia y legado han quedado demostrados en la filmografía de cineastas de todo el mundo. Sus aportaciones al arte cinematográfico ha trascendido más allá de cualquier frontera y le coloca entre los directores más importantes de toda la historia.

Tanto así, que el cine tal y como lo conocemos en la actualidad sería completamente diferente sin su visión. Su obra contribuyó a la reinvención absoluta de géneros y motivó toda clase de reinterpretaciones. Además, en cuanto al cine popular de atractivo masivo, las películas de Akira Kurosawa sirvieron como fuente de inspiración para cineastas tan aparentemente diferentes como George Lucas y Steven Spielberg, entre muchos otros.

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El éxito de las películas de Akira Kurosawa no se limitó a su enorme talento, sino a la enorme pasión que sentía por el cine y su trabajo. Esto puede apreciarse en su larga carrera realizadora de más de 50 años, así como en los mitos que rodean su figura. Entre estos, destacan sus intenciones de emular a John Ford a través del vestuario que usaba en las filmaciones y sus deseos de morir en un set mientras rodaba una escena.

El trabajo de Akira Kurosawa en películas, y su permanencia a través del tiempo, es una prueba patente de que el verdadero talento puede trascender los límites geográficos, culturales y del tiempo. Las cultura podrás varias, pero al final todos somos humanos y nos mueven las mismas cosas. Échense un clavado a la filmografía de este gran cineasta y presten atención, porque es muy posible que noten «su mano» en otras películas contemporáneas que ya admiran.

A continuación, las mejores películas de Akira Kurosawa.

No añoro mi juventud (Dir. Akira Kurosawa, 1946)

Son muchos los cineastas que han abordado el Japón de la posguerra, pero no muchos los que han explorado las razones que llevaron al país al mayor conflicto bélico en toda la historia de la humanidad. Tal es el caso de No añoro mi juventud, quinta película en la obra de Akira Kurosawa, así como la primera tras la II Guerra Mundial y con la que dio el paso definitivo hacia la madurez al abordar la militarización del imperio nipón a partir de una joven que atestigua los cambios que aquejan a su país desde inicios de los 30, incluyendo toda clase de injusticias contra aquellos que no comparten la ideología de las autoridades. Una de las películas más políticas en toda la carrera de Akira Kurosawa y que fue determinante para empezar a forjar su leyenda durante la década de los 50.

Madadayo (Dir. Akira Kurosawa, 1993)

Aunque Akira Kurosawa suele ser recordado por sus películas de samuráis, el cineasta también mostró un gran interés por el Japón de la posguerra. Ejemplo de ello es Madadayo, donde se inspiró en la vieja leyenda oriental de un hombre aferrado a la vida para mostrar la relación de afecto y respeto entre un profesor retirado y su alumnado, la cual se hace latente durante las celebraciones de cumpleaños que le son organizadas. No tiene la carga dramática del resto de su obra, pero la reemplazó por una altísima dosis de emotividad que le convirtió en una de sus cintas más queridas por el público. La conexión se tornó más grande porque muchos le vieron como un mensaje de despedida, ya que el japonés falleció cinco años después, siendo ésta su última película.

Kagemusha (Dir. Akira Kurosawa, 1980)

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La joya tardía entre las películas de Akira Kurosawa, sobre un ladrón contratado para suplantar temporalmente a un líder militar por su enorme parecido físico y que decide suplantarlo definitivamente cuando este muere. El filme tuvo una estupenda acogida en su natal Japón, pero también sobresalió en varios mercados internacionales gracias al bien conocido talento del nipón, su popularidad mundial y el favor de realizadores occidentales como George Lucas y Francis Ford Coppola quienes fueron determinantes para que 20th Century Fox se hiciera con los derechos de distribución en Estados Unidos. Su brillante palmarés incluye la Palma de Oro y la nominación al Premio de la Academia en la categoría de Mejor película extranjera, siendo la última vez que Kurosawa compitió por el máximo reconocimiento hollywoodense. Más importante es su legado, pues aunque actualmente no es el filme más popular en su filmografía, sus altas dosis de acción le han llevado a ser comparada con la mítica Los siete samuráis.

Dersu Uzala (Dir. Akira Kurosawa, 1975)

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La primera nominación de Kurosawa al Premio de la Academia sucedió en 1951 con Rashomon, pero el cineasta tendría que esperar casi 15 años más para hacerse con su primera estatuilla con Dersu Uzala. Un galardón plagado de ironías, pues la historia nada tiene que ver con el Japón feudal que tantas veces fue plasmado en pantalla por el cineasta. En su lugar nos introduce con un explorador soviético de misión en Siberia que termina estableciendo una relación de amistad con un cazador local. No menos curioso es que, a pesar de la nacionalidad de su creador, la cinta no fue inscrita a la competencia por Japón, sino por la Unión Soviética, lo que resultó en que el único Oscar extranjero en la carrera del director no fue para su país, lo que ha provocado que algunos la vean ajena al resto de su obra. Sus méritos no se limitan a la Academia norteamericana, ya que la apariencia y el accionar del propio Dersu Uzala sirvieron como fuente de inspiración para George Lucas en su concepción de Yoda.

El perro rabioso (Dir. Akira Kurosawa, 1949)

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Akira Kurosawa tuvo un breve, pero brillante paso por el cine negro con El perro rabioso, sobre un detective novato que debe rastrear su pistola perdida y luego descubrir al que la usó para realizar toda clase de crímenes. La cinta confirmó los deseos del cineasta por explorar el Japón contemporáneo aprovechando las fórmulas del cine norteamericano, lo que a su vez resultó en una de las mayores revoluciones de la industria al sentar los precedentes del buddy cop. La cinta también refrendó la alianza entre el director y su eterno protagonista Toshiro Mifune, nacida sólo un año antes con El ángel borracho y que resultaría en una de las mancuernas más importantes de todos los tiempos.

Rashomon (Dir. Akira Kurosawa, 1950)

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Buena parte del éxito internacional de Akira Kurosawa puede atribuirse a Rashomon, cuyo estupendo paso por Venecia y su posterior nominación al Premio de la Academia en la categoría de Mejor película extranjera serían determinantes para impulsar su carrera. La cinta resaltó por su belleza estética que contrastaba con la crudeza de su historia, pero sobre todo por su complejidad narrativa al relatar la violación de una mujer y el asesinato de su esposo desde las distintas perspectivas de testigos, agresores y víctimas, incluyendo la del fantasma de su marido. Una técnica revolucionaria que sigue ejerciendo gran influencia en numerosos realizadores contemporáneos. Aunque no fue su primera colaboración con Toshiro Mifune, la cinta también marcó el gran salto del actor al panorama global, consolidándolo además como el mejor aliado histriónico en la filmografía de Kurosawa.

Ikiru (Dir. Akira Kurosawa, 1952)

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Akira Kurosawa suele ser recordado por sus historias del Japón feudal protagonizadas por heroicos samuráis, pero el cineasta nipón también se dio un tiempo para explorar historias más contemporáneas. Tal es el caso de Ikiru, sobre un burócrata que intenta encontrar sentido a su vida al descubrirse enfermo de cáncer terminal y que, convencido de que su legado sólo vivirá a través de los demás, emprende una intensa lucha para lograr la construcción de un área de juegos infantiles en una zona marginada de la ciudad. Se le considera una de las películas más emotivas en toda la obra del cineasta, al grado que es vista como la contraparte realista de la no menos memorable ¡Qué bello es vivir! (1946) de Frank Capra.

Los siete samuráis (Dir. Akira Kurosawa, 1954)

Una pacífica aldea campesina es aquejada por un grupo de bandidos, lo que orilla a sus habitantes a contratar los servicios de un ronin, un samurái sin maestro, para su protección. Una de las películas más ambiciosas en toda la historia del cine japonés, así como una de las más costosas por su larga duración -el corte original es de 207 minutos- y su ambicioso rodaje que aprovechó al máximo los escenarios naturales y las condiciones ambientales para la construcción psicológica de sus personajes. Los esfuerzos valieron la pena, pues más de 65 años después se mantiene como una de las cintas más importantes en la industria mundial y una de las más influyentes en el cine occidental, la cual alcanzó su punto más alto en Los siete magníficos (1960) de John Sturges. También es su cinta más popular entre las audiencias, al grado que muchos la consideran la mejor manera para adentrarse en su exitosa trayectoria.

Trono de sangre (Dir. Akira Kurosawa, 1957)

También conocida como la versión nipona de Macbeth, fue el primer acercamiento de Akira Kurosawa a la obra de William Shakespeare, quien capturó perfectamente la esencia y el poderío de la tragedia sin replicar una sola línea de diálogo del texto original. La cinta traslada las acciones al Japón feudal para introducirnos con un ambicioso samurái cuyos deseos de poder le hacen traicionar a su emperador y con ello a sus propios valores, lo que termina conduciéndolo a la inminente desgracia. Su poderío visual es exaltado por el estupendo trabajo de Toshiro Mifune, el actor más icónico en la filmografía del cineasta nipón y quien ofrece una de las mejores actuaciones de toda su carrera en el papel del guerrero caído. A pesar de las libertades tomadas, se le considera una de las mejores adaptaciones a toda la obra del dramaturgo británico.

La fortaleza escondida (Dir. Akira Kurosawa, 1958)

Narrada desde la perspectiva de dos campesinos tan atolondrados como ambiciosos, los cuales terminan envueltos en un violento enfrentamiento entre dos clanes rivales. Para colmo de males, la dupla terminará jugando un rol vital en el conflicto, cuando son asignados con la tarea de transportar a la princesa del bando derrotado a territorio seguro para que pueda ayudar a la liberación de su gente. Si la premisa les suena familiar, esto se debe a que George Lucas se inspiró directamente en ella para la realización de Star Wars, lo que –sobra decirlo- le convierte en una de las cintas más emocionantes en la obra del nipón, así como una de las más importantes en toda la historia del cine.

Yojimbo (Dir. Akira Kurosawa, 1961)

La película más divertida en toda la obra de Akira Kurosawa, quien trasladó los valores humanos que siempre caracterizaron su filmografía a una historia centrada casi netamente en la acción, sobre un ronin en un pueblo sin ley que establece una peligrosa alianza con los líderes criminales de la región, en un arriesgado plan por ayudar a sus habitantes a encontrar la paz. Resulta curioso que la cinta se inspirara directamente en el western Shane El desconocido (1953) de George Stevens y que a su vez sirviera como punto de referencia para la concepción de Por un puñado de dólares (1964) de Sergio Leone, lo que resultó en una de las mayores revoluciones del viejo oeste con el nacimiento del spaghetti western. No menos trascendente fue que, sin contar la independiente Dodes’ka-den (1970), Yojimbo sería la última cinta que Kurosawa filmaría en Japón en los siguientes 15 años, ya que los cambios en los sistemas de producción hicieron que los altos costos de sus rodajes se hicieran inviables para la industria local.

Ran (Dir. Akira Kurosawa, 1985)

La última gran épica de Akira Kurosawa, quien se inspiró en El rey Lear (1605) de William Shakespeare para relatar la historia de un viejo líder militar cuyo retiro le obliga a dividir el poder entre sus tres hijos, una decisión que no es bien tomada por uno de ellos, lo que detona una severa crisis familiar que trascenderá en toda la región. Fue el segundo acercamiento del cineasta nipón a la obra del británico luego de Trono de sangre (1957) y al igual que en aquella ocasión mostró un gran respeto por los temas originales, centrándose de lleno en la ambición desmedida del hombre. Todo esto requirió la confección de vestimentas tan elegantes y escenarios tan impresionantes que el director decidió olvidarse de su icónico blanco y negro para resaltarlos con el uso del color, siendo una de las pocas cintas en su carrera en aprovechar este elemento. La decisión fue visualmente espectacular, pero también sumamente arriesgada al resultar en la cinta más costosa de toda su filmografía, lo que le llevó a sellar una alianza con Francia que resultó en una de las pocas coproducciones de su carrera. Los esfuerzos valieron la pena, pues no tardó en convertirse en una de las películas más galardonadas de su trayectoria, lo que incluye la nominación al Oscar en la categoría de Mejor director y que finalmente perdió a manos de Sydney Pollack y su África mía.

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autor Algún día me uniré a los X-Men, la Alianza Rebelde o la Guardia de la Noche. Orgulloso integrante de Cine PREMIERE desde el 2008.
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