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Coberturas

Ariel 2020: La fabula trágica de La paloma y el lobo

23-09-2020, 4:49:00 PM Por:
Ariel 2020: La fabula trágica de La paloma y el lobo

“No podemos permitir que se nos cuarteen estos escasos espacios que existen para que surjan nuevas voces”: Carlos Lenin.

La paloma y el lobo es en esencia una historia de amor, aunque también podría leerse como fábula trágica del México contemporáneo. A lo largo de filme, el romance permanece en el centro como la diminuta llama de una vela que se resiste una y otra vez a ceder ante los embates incesantes del viento. Somos consientes que en cualquier instante su fulgor puede extinguirse, pero, al menos mientras dure, permitamos que ilumine toda esta oscuridad. Así describe el cineasta Carlos Lenin a su película laureada en festivales como Locarno, Los Cabos y FICUNAM, que cuenta además con cuatro nominaciones a la 62ª edición del Ariel: Mejor ópera prima, Mejor actuación masculina, Mejor fotografía y Mejor sonido.

“[La película] es la historia de amor de Paloma y Lobo, una pareja que vive en el norte de México y que está tratando de permanecer junta, amándose y queriéndose, en el entorno de una sociedad violenta o rodeados por el contexto de la denominada guerra contra el narcotráfico”, explica el director en entrevista exclusiva con Cine PREMIERE. “Toda esa violencia está ahí rodeándolos y recordándoles que el acto de amar o de quererse en estos tiempos es difícil, es complejo, es rebelde y valiente”.

Con su cortometraje 24° 51′ Latitud Norte –también nominado al Ariel–, Carlos Lenin ya había dado muestras de su aproximación intima al séptimo arte: un proyecto ambientado en el lugar que le vio crecer (Linares, Nuevo León) y que bebía de sus propias experiencias. En La paloma y el lobo, el director vuelve a hacer de su obra una exploración sumamente personal de sus inquietudes y vivencias más dolorosas. Desplazados por la violencia que arrasó con su pueblo, nuestros protagonistas sobreviven en un barrio popular, donde la desesperación, la soledad y la nostalgia resultan fuerzas difíciles de sortear. Paloma desea volver a casa, sin embargo, Lobo vive atormentado por un recuerdo que le impide volver.

Para construir el guion, en colaboración con Jorge Guerrero Zotano, el realizador partió de dos escenarios concretos: por un lado, las historias de romance complejas, frágiles y, por momentos, aparentemente imposibles, que le fueron compartidas por amigas y amigos que aún viven en su querida comunidad neoleonesa; por otro, la violencia y la devastación provocada por la disputa de ese territorio entre los cárteles de droga, que ha transformado y les ha arrebatado aquellos espacios donde se engendraron sus memorias más preciadas.

“Quería construir una breve reflexión, una breve canción dolorosa respecto al lugar al que tanto he querido y respecto a las personas que esta misma violencia me ha arrebatado o [la violencia que me arrebató] mi misma inocencia”, nos cuenta el cineasta. “Siempre tengo en la mente poder compartir una historia que genuinamente me importe, que genuinamente me interese, con el público que se arriesgue, que se aventure o que nos regale un poquito de su tiempo para compartir juntos la pantalla”.

Entre los estragos de la violencia y la masculinidad

La aproximación estética a la violencia en La paloma y el lobo no cede al morbo o el espectáculo de verla retratada en pantalla, sino que busca explorar los vacíos y repercusiones emocionales que ésta genera en sus víctimas. Uno de esos casos concierne al propio director, quien no tenía deseos de volver a ver en pantalla aquellos eventos traumáticos que vivió personalmente. Por ello, su mirada reflexiva, desde la óptica del miedo y el dolor, busca hablarle a quienes han tenido la desgracia de enfrentar estos escenarios. En cierta forma, esta película se convirtió en un proyecto terapéutico para el cineasta.

“Elijo esta aproximación a la violencia porque emana de mi experiencia con la misma. Cuando estrenamos la película me costaba más hablar de esto. Ahorita, creo que ya he logrado sanar de alguna u otra manera, crecer, pero, justamente, cuando empecé a estudiar cine en la Ciudad de México, en uno de mis regresos a casa, me tocó enfrentarme con esto”, recuerda Carlos Lenin. “Me tocó que, por equivocación, mientras estaba en disputa el territorio, pues me levantarán porque no me reconocieron. Viví una experiencia muy dolorosa y más en un país como el nuestro que arroja cifras de casi 73 mil desaparecidos. Yo tuve la suerte de que me soltarán. No voy a ahondar ahí mucho, pero mi relación con la violencia tiene que ver con cómo la experimente, con cómo la viví, y el vacío o la debilidad que me acompañó durante todos mis años de formación cinematográfica, como un recuerdo permanente de nuestra fragilidad, de nuestra debilidad, y de lo mucho que mi casa ya no era mi casa, de lo mucho que temía regresar. Entonces, yo quería compartir ese vacío, esa sensación de pequeñez, de fragilidad, porque me parecía lo más honesto”.

La propuesta audiovisual de la película puede calificarse como austera, pero posee una gran potencia lírica, a través de una cámara que dialoga con los espacios. Con un trabajo mínimo de edición, la narrativa se construye primordialmente a partir de extensos planos fijos con una amplia profundidad de campo y capturados en un aspect ratio 3:2. Esta atmósfera claustrofóbica construida por el cinefotógrafo Diego Tenorio es un recordatorio permanente del conflicto dramático de la cinta: una opresión simbólica de la que no parece existir escapatoria. La puesta en escena que privilegió el uso de luz natural en sus distintas locaciones en Linares, Monterrey y la Ciudad de México, se traduce en una serie de deslumbrantes postales que reflejan con fidelidad la psicología de sus personajes.

En el caso de Lobo, interpretado por el dos veces nominado al Ariel, Armando Hernández (Fuera del cielo), Lenin decidió crear un personaje que sirviese como vehículo para cuestionar un aspecto muy arraigado dentro de la construcción de la masculinidad en México: la incapacidad para mostrar, abrazar y comunicar nuestras debilidades. “Cuando escribí y diseñé al personaje de Lobo siempre estuve pensando en las violencias no específicas o interiorizadas que ejercemos una y otra vez los hombres, entendiéndonos como género o como clase”, dice el realizador, para quien perpetuar estas dinámicas sólo nos condena a convertirnos en ‘entes amputados emocionalmente’. “Creo que es uno de los principales problemas de los hombres, no saber hablar y no querer aprender a hablar, porque eso es asumirte frágil y débil, y necesitamos esa expiación, esa sanación, y por eso construí un personaje así, para cuestionarlo, para verlo desmoronarse, para contemplarlo y quizá poder también reflexionar sobre eso”, añade. 

Por esta misma razón, Paloma se convierte en el hilo conductor del relato. El director buscaba que sus deseos en apariencia mundanos, desde querer asistir a una fiesta en su pueblo de origen hasta tener relaciones sexuales con su pareja, se leyesen como nuestra necesidad de amar, sentir y celebrar, aunque en el interior estemos muriendo de tristeza. El arco de Paloma se encuentra ligado a la búsqueda de libertad (misma a la cual Lobo parece haber renunciado) y, para ello, Carlos trabajó de cerca con Paloma Petra. Éste proyecto marcó su debut como actriz en un largometraje. “Me interesaba que la trayectoria de [Paloma] fuese liberadora, como siento que lo es, pero [también] dolorosa, como siento que en efecto son las luchas por la libertad o el ejercicio real de la libertad. Tenderá a doler, a entristecernos, a conmovernos, nos es un final feliz la conquista de la libertad per se. Es un final complejo y en algún momento vamos a extrañar algo de lo que tuvimos que sacrificar en esta lucha”, explica Lenin.

Pluralidad de voces en riesgo

La paloma y el lobo es un largometraje desarrollado principalmente por egresados de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC, antes CUEC). Además de Carlos Lenin y Diego Tenorio, estuvieron involucrados en la película egresados como Miguel Ángel Sánchez Macías (producción), Alicia Segovia (edición), Elva Yanuaria Algravez (dirección de arte), Verónica López Escalona (posproducción) Alejandro Ramírez (diseño sonoro) y David Muñoz (sonido directo). Esto es un fruto del Programa Óperas Primas de Egresados de la ENAC, auspiciado por la UNAM y el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE).

Conversando unos meses atrás sobre el estatus de la cinematografía nacional con el historiador y crítico Jorge Ayala Blanco, no podía quitarme de la mente su declaración de como un filme con las características de La paloma y el lobo habría sido inconcebible tan sólo hace algunos años. En meses recientes, la amenaza latente de la derogación de los fondos de apoyo al cine mexicano, así como los recortes potenciales al presupuesto de cultura para 2021, ponen en riesgo la existencia de estas nuevas voces, osadas tanto en sus discursos narrativos como estéticos.

“La experiencia de tratar de levantar un proyecto con las características como el nuestro fue complicada. Tuvimos la fortuna o el privilegio de que, en ese momento histórico, existiese con fortaleza el apoyo para óperas primas por parte del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), el FOPROCINE y la UNAM”, relata el novel cineasta. “Siendo honesto, [La paloma y el lobo] no habría tenido la posibilidad de existir sin este estímulo específico, sin este fondo en especial, por las características que tenía el proyecto, por nuestras búsquedas expresivas y por nuestras intenciones estéticas. Quizá aún estaríamos tratando o fantaseando con la posibilidad de hacerla, de realizarla, en condiciones más o menos dignas”.

Como autor de una ópera prima, Carlos Lenin se expresa preocupado por la posible derogación de estos estímulos que no sólo contribuyen a la diversificación de la oferta en nuestro ecosistema cinematográfico, sino que son fuente de trabajo para decenas de personas. Dichos apoyos también facilitan que la gente delante y detrás de cámara pueda acceder a un salario digno durante el tiempo de realización de los proyectos.

 “Será, en caso de concretarse, un golpe durísimo, porque dificultará aún más el camino, ya de por sí difícil, que deben andar las cineastas y los cineastas de este país”, reflexiona Lenin. “Es muy evidente que se va a dificultar el surgimiento de nuevas miradas, de nuevas voces, de nuevos relatos, que existan con su autenticidad, con su fuerza, con sus reclamos, con su vehemencia muy propia de los tiempos que nos han tocado vivir. Y eso me preocupa porque si no hay miradas distintas, si no hay voces diversas, si no se retratan relatos de otras regiones de nuestro país, con otras características, pues estamos renunciando a la posibilidad de construir una mirada más diversa respecto a nuestras realidades y eso dificulta el crecimiento de un país en términos democráticos, en términos de representación, en términos de libertad. Necesitamos esas otras miradas, esas otras voces, para entender lo diversos y complejos que somos como sociedad. No podemos permitir que se nos cuarteen estos escasos espacios o estas escasas posibilidades que aún hoy existen para que surjan esas voces”, concluye.

La paloma y el lobo tendrá una corrida comercial en salas de nuestro país cortesía de la distribuidora Piano. La fecha de estreno aún no ha sido definida, pero se espera que la película llegue a los cines en noviembre.

La 62ª Edición del Premio Ariel se llevará a cabo este domingo 27 de septiembre. La ceremonia será transmitida en vivo simultáneamente por el Facebook Live de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) y por Canal 22.

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autor Jefe de redacción de Cine PREMIERE.
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