As Good as it Gets

Lo confieso, soy obsesivo. Mis seres queridos me dicen que soy idéntico al personaje de Jack Nicholson en As Good as It Gets, esa obra maestra de James L. Brooks sobre un compulsivo escritor que tiene que sentarse en el mismo lugar, contar los pasos por las calles, ser atendido siempre por la misma mesera. Hoy tuve un pésimo día, pero no por algo en específico, sino porque en la mañana, a eso de las 6:45, sucedió lo impensable, lo imposible. Diariamente me levanto a las 5:15 en punto, enciendo el auto, escucho la misma estación, llegó al gimnasio a la misma hora, 5:32, y me sumerjo en el mismo carril de la alberca, para hacer las mismas vueltas de pataleo, brazada y crol. Salgo a las 6:18 en punto de la alberca, paso los mismos minutos en el sauna y me meto en la misma regadera…. ¡pero hoy mi regadera, la número 7, estaba ocupada! Me llenó un sentimiento de desesperación, y sí, me sentía traicionado. Me bañé en la regadera número 9, pero no me sentí cómodo. A partir de ahí todo fue en picada, como cuando Helen Hunt deja de ser la mesera de Nicholson. Hoy el café no me supo igual (encima tuve un desayuno, entonces mis alimentos esperaron por 2 horas más de lo habitual), nada me supo igual. Ni siquiera la música de Bob Dylan me hizo sentir en sintonía. As Bad as it Gets, más bien. El cine, ése espejo de la existencia.

La vida, pues.

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César Albarrán Torres Es investigador del Programa de Culturas Digitales de la Universidad de Sydney. Es el editor fundador de cinepremiere.com.mx y escribe sobre cine, televisión y tecnología en diversos medios nacionales e internacionales.