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Anime

Attack on Titan: The Final Season – Crítica del episodio 26

14-03-2022, 8:00:00 AM Por:
Attack on Titan: The Final Season – Crítica del episodio 26

Un plan tan poco delineado solo retrasa lo inevitable: “alguien tiene que mancharse las manos de sangre”.

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ADVERTENCIA: La siguiente review del vigesimosexto episodio de Attack on Titan: The Final Season contiene spoilers

El título del episodio de este domingo, resumió perfectamente la temática que rodeó la trama: la traición. El dilema que supone estar en contra de aquellos quienes apenas hace un tiempo eran tus compañeros. Un conflicto que permite reflexionar sobre cómo la traición también es un asunto de posiciones: depende del estado actual del contexto y de las relaciones. Sin Retumbar, no habría traición. Basta un elemento desestabilizador para reordenar la percepción acerca de quiénes están “conmigo” y quién “contra mí”.

“Traición” es un episodio que pone a los remanentes de la Legión, nuestro equipo protagonista, contra las cuerdas: deben tomar una decisión sobre atacar a la Facción Jaeger para tomar la avioneta de los Azumabito; o no hacerlo, a sabiendas que sin esa aeronave no podrán seguirle el paso a Eren. La decisión no es sencilla, pues implica posiblemente matar a sus antiguos colegas. Es comprensible que ni Armin, ni Mikasa, ni Jean ni Connie, estén muy seguros al principio. Las emociones son muchas y profundas.

De igual forma, hay un cálculo estratégico. Ir directamente al ataque involucrará al clan Azumabito, los parientes lejanos de Mikasa, a quienes necesitan para pilotar la nave. No pueden matarlos simplemente. Con esto el plan se complica, ya que deben ganar tiempo para preparar la aeronave, mientras evitan que la Facción Jaeger sospeche (sin matarlos, además) y protegen a los Azumabito.

Una vez que el plan falla y la mentira de Armin no surte efecto con Floch, la lección que llega eventualmente al equipo, con acento en Armin y Connie, es que no es posible salirse con la suya siempre sin ensuciarse las manos. Esto acentúa la ingenuidad con la que el grupo actuó y los orilla a hacer lo que no querían: asesinar a sus ex compañeros.

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Los momentos de tensión al tratar de ejecutar el plan no están mal realizados, pero quizás duran menos de lo que necesitarían para explotar mucho mejor el ritmo. La animación del rostro de Connie y Armin y de Daz y Samuel (que custodian la aeronave) dejan ver la interacción forzada, sospechosa, entre ambos pares. Cuando por fin el disparo y Floch rompen la tensión, la violencia no se hace esperar; hay que actuar, tratar de resolver improvisando.

Quizás la esperanza en que un plan tan poco delineado como ese pudiera ser efectivo, fue solo una manera de retrasar lo inevitable. Igualmente tuvieron que luchar; igualmente los hirieron e hirieron. Hay un cierto mensaje de resignación en ello: no creo que sea algo que glorifique la violencia, pero sí una idea que expone, cruel e irónicamente, que tratar de ser ingenuo en un contexto así es, hasta cierto punto, una forma más de hipocresía. ¿Tienes las manos llenas de sangre, pero afirmas que buscas la cordialidad? Ya es muy tarde para eso.

Desde la distancia, cuando los disparos se desatan y Annie y Reiner hacen su entrada colosal en forma de titanes, Falco pregunta por qué tiene que pasar eso, refiriéndose, justamente, al por qué siempre la violencia es un final recurrente. Yelena hace una pregunta (más retórica, que de genuina duda), sobre si la violencia no dejará nunca a los humanos. Levi, herido, mira la escena en silencio.

Esta idea, junto con el diálogo de Kiyomi Azumabito, acerca de que Eren no trae un cambio real, sino solo una reducción de la escala y, por tanto, no hay ninguna “paz” qué celebrar, tocan la que probablemente es la mayor objeción para la idea de Eren. Ese “pero” que se opone a su deseo de que el mundo cambie: la paz no llegará mágicamente sólo porque se erradique a otras naciones. Inevitablemente, donde haya sociedad, habrá divisiones, divergencias, pluralidad, oposiciones. El mundo puede tener menos humanos, pero esto no elimina la agresión ni la violencia.

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Paradis seguirá sumida en el conflicto porque la paz no es algo que se posee, sino algo que se trabaja constantemente, algo que se elige todo el tiempo. Las divisiones que hoy motiva Eren, la socavarán; incluso puede decirse que ya lo están haciendo, desde el momento en que los que eran amigos se vuelven enemigos únicamente por disentir sobre los medios para conseguir el objetivo.

De ahí que el final del episodio sea un momento trágico, donde se debaten afectos y hasta ideologías. Mientras Daz sostiene el arma en la frente de Armin, sin atreverse a disparar, Connie logra arrebatarle la pistola a Samuel y los mata a ambos en medio de un grito desgarrador y un llanto que delata el precio que pagó en su alma a cambio de liberarse de ese obstáculo momentáneo.

Ahora ellos son los traidores, sin vuelta de hoja. Han matado a sus antiguos colegas y se oponen al Retumbar. Adicionalmente, ellos sí dispararon, con el objetivo de asesinar. Es curioso pensar que Daz le disparó a Armin sabiendo que él podía regenerarse, pero no a Connie; a ellos los hizo dudar la camaradería que alguna vez los unió. ¿De qué lado está la sangre fría?

Rememorando la frase de Bertholdt: “alguien tiene que mancharse las manos de sangre”. El episodio termina abruptamente en medio del grito de Connie. Una batalla se libra a su alrededor, en la que ya no podrán lograr su objetivo de manera pacífica. La traición deberá llevarse a sus últimas consecuencias.

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Attack on Titan está disponible en Crunchyroll y Funimation

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autor Comunicólogo. Aprendí a graduarme en todo de aprendiz. Cinéfilo irredimible, que nunca puede ver todo lo que quisiera. Aspirante, también, a periodista. Amante de las series, de la trova, y de todo lo que implique conocer cosas nuevas.
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