Bon appetit.

Me parece el peor de los lugares comunes decir que un festival de cine es un "festín fílmico". Es una imagen fácil, e imprecisa además. Si bien la referencia culinaria denota sofisticación, que el FICCO la tiene, también crea la imagen de gente estirada y pedante, sentada a la mesa procurando no confundir los tenedores o las copas y fingiendo una mal ensayada sonrisa. No, el cine no debería ser cuestión de snobs y pretendidos expertos. Un festival de cine es más bien como una orgía: todo excesos.

Y es que, con más de 180 películas regadas a lo largo y ancho de la ciudad, aderezadas además con tocadas, proyecciones al aire libre y fiestas varias, el FICCO es en todo caso un evento para sibaritas. Para aquellos que se complacen en perderse, en abandonarse a su pasión. No pretenderé ser un experto en festivales, por la sencilla razón de que en éste nuestro México la oferta, si bien nutrida y cada vez más abundante, a veces pareciera inaccesible. No todos nos podemos dar el lujo de interrumpir nuestras vidas para ir a Morelia, o a Guadalajara. Para los habitantes —comensales, diría estirando ya la metáfora— de esta sufrida metrópoli, el mayor atractivo del festival es esa inmediatez que raya en omnipresencia. Asistir a las funciones resulta sencillo, tan fácil como entregarse a la suerte y permitir que esta decida. Y gozarlo, gozarlo no requiere de ningún esfuerzo. Es la parte más sencilla.

La cabeza de este blog promete "180 películas en 14 días". No puedo prometerles que hablaremos aquí de todas; no creo ni siquiera que sea posible. Me empacharía. Lo que sí puedo asegurar es que servirán estas líneas a manera de menú, de guía para degustar un poco de ese cine que no siempre se encuentra en temporada, pero que ¡ah! Cómo se antoja.

Provecho pues.

—Antonio Camarillo.

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Staff Cine PREMIERE Este texto fue ideado, creado y desarrollado al mismo tiempo por un equipo de expertos trabajando en armonía. Todos juntos. Una letra cada uno.