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Buñuel en el laberinto de las tortugas: ver al cineasta a los ojos

07-12-2020, 5:39:14 PM Por:
Buñuel en el laberinto de las tortugas: ver al cineasta a los ojos

Buñuel en el laberinto de las tortugas es el retrato animado del mítico cineasta.

Luis Buñuel es uno de los grandes íconos indescifrables e inalcanzables de la historia del cine: un autor críptico, provocador y controvertido, tocado por el mito de la genialidad. Ver su cine es una experiencia única: no sólo por los símbolos, el trabajo fotográfico, la poesía, los rostros y los paisajes, sino por el lenguaje cinematográfico que lo atraviesa todo. La mirada de Buñuel es exclusiva de Buñuel. De ahí que Buñuel en el laberinto de las tortugas, la película dirigida por Salvador Simó, recurra a la animación para hurgar en lo que pudo haber detrás de esa mirada, específicamente durante la complicada realización de su segunda cinta, el documental Las Hurdes, tierra sin pan (1933).

El director barcelonés ha descrito a Buñuel en el laberinto de las tortugas como un reto aterrador y fascinante. Desde el inicio, cuenta, al trabajar con el guionista Eligio Montero (adaptando la novela gráfica de Fermín Solís), tomaron la decisión de centrarse en la figura de Luis antes de convertirse en el mito, cuando apenas era un cineasta comenzando, en busca de su propio lenguaje. “Es un retrato hecho desde el cariño, el amor y el respeto al entonces joven que se convirtió después en el gran director. En ningún momento quisimos edulcorar al personaje. Entender de dónde vienen las acciones del personaje les da una dimensión diferente”, comenta.

El proyecto, además, se nutrió de largas y entrañables conversaciones con Juan Luis, el hijo del cineasta legendario, dotando a su lectura de una dimensión íntima privilegiada. El episodio en el que la cinta se centra, el rodaje de Las Hurdes, “fue un punto de inflexión en su carrera, que cambió la forma en que moldeó el surrealismo y su cine”, cuenta Simó.

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buñuel laberinto de las tortugas

Más allá del mito

La figura del autor ha sido construida tradicionalmente como si se tratara de un ser mítico todopoderoso, con mano divina y palabra irrefutable. Además, el trabajo cinematográfico, colaborativo por definición, se condensa generalmente en el poder que implica el puesto de dirección, muchas veces invisibilizando las otras voces que entran en juego. El retrato que Buñuel en el laberinto de las tortugas (lee nuestra crítica aquí) hace del cineasta español, sin embargo, polemiza tal noción.

La cinta es mucho más que un homenaje parcial y acrítico, como lo suelen ser tantos: no duda en mostrar facetas éticamente cuestionables de nuestro protagonista, mientras pone sobre la mesa asuntos clave en la interminable discusión en torno al cine documental. ¿Es válido manipular la realidad a favor del relato? ¿Cuál es el objetivo de retratar la miseria? ¿El cine realmente puede ayudar a los desprotegidos? ¿Hasta dónde puede involucrarse un cineasta con los sujetos retratados?

Para este fin, la cinta recurre a la yuxtaposición de la animación y el metraje original rodado por el mismo Buñuel. El director Salvador Simó reflexiona al respecto de esta decisión: “No había una manera mejor de representar Las Hurdes que con la imagen real de Buñuel. Al poner las imágenes del momento en que los personajes miran a través de la cámara, la película se aterriza en la realidad”. Como espectadores, esto nos permite ocupar un espacio privilegiado entre el resultado de la creación artística y todo lo que sucede en el proceso.

buñuel laberinto de las tortugas

Más allá de la persona

Ramón Acín, escultor, poeta, y amigo de Buñuel, se convierte en el principal contrapeso al decreto autoral durante el rodaje. Cuando Buñuel acude a él para contarle sobre los interminables obstáculos que está enfrentando para seguir haciendo cine tras el escándalo de La edad de oro (1930), Ramón compra un boleto de lotería y le promete que, en caso de ganar, él financiaría su documental sobre Las Hurdes. Sus motivaciones, además de ser afectuosas, son filantrópicas. Desde el inicio comprendemos que Ramón es un hombre dedicado a ayudar a los demás. Por esto es que, al ir descubriendo un perfil más surrealista que humanitario en las intenciones de Buñuel, el productor se rebela y pone un alto a los caprichos autorales. Así, la cinta se vuelca en una reflexión potente sobre los documentales de la miseria y la búsqueda de lo estético a costa del sufrimiento ajeno y lejano.

Buñuel en el laberinto de las tortugas es un retrato tan entrañable y cariñoso como crítico, que teje los sueños de Buñuel, el diálogo entre la animación –sencilla y expresiva a la vez– y los fragmentos de la película, así como los de la percepción surrealista del protagonista. Salvador Simó comenta al respecto: “Todos somos humanos. Luis Buñuel tuvo una infancia. Tuvo los mismos problemas que podíamos haber tenido tú y yo. Era una persona como nosotros. Ésa es la parte que queríamos retratar. Creo que retratar a la persona que está detrás del gran cineasta que todo mundo conoce es lo más rico porque te permite ver de dónde viene todo esto, por qué cuenta lo que cuenta. No podemos juzgar los actos de entonces con la mentalidad de ahora. No podemos edulcorar la realidad de aquella época ante la luz del siglo XXI”. Probablemente es ahí donde está el verdadero respeto que les debemos a los íconos: habrá que bajarlos del pedestal para verlos a los ojos, tanto en su genialidad como en su falibilidad humana.

Una versión de este artículo se publicó por primera vez en Cine PREMIERE #305 de febrero 2020. Adquiere tu edición impresa aquí.

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autor Gryffindor con ascendente Ravenclaw. Soy crítica, editora, traductora y feminista de tiempo completo. Edité la revista Icónica durante varios años. Ahora estudio diseño editorial, edito libros en Cal y Arena y coordino Ya Es Hora.
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