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Cine

Capitán fantástico

02-12-2016, 5:47:18 PM Por:
Capitán fantástico

Viggo Mortensen brilla en Captain Fantastic, un drama familiar carismático y reflexivo.

Cine PREMIERE: 3.5
Usuarios: 4.5
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En esta película de Matt Ross (a quien conocemos como Gavin Belson en Silicon Valley), Viggo Mortensen interpreta con sensibilidad a una figura al que usualmente se le exige ser un superhéroe: un padre. Su personaje Ben, incluso, presume de un apodo digno de un justiciero con capa: Capitán Fantástico, le dicen sus seis hijos, con quienes vive en las profundidades de los bosques del Pacífico, desconectados de la civilización y de los vicios innecesarios del capitalismo. Sin teléfono. Sin televisión. Sin la noción de qué diablos es Nike. Y sin ropa presentable, al parecer, que pertenezca a esta década.

Desde que la cinta inicia –con una secuencia de un ritual de caza que para quien sólo haya visto el póster tendrá el aire de estar en la película incorrecta–, Capitán Fantástico evoca el mito ilustrado rousseauniano del buen salvaje, que cree en la inocencia y la bondad del hombre aislado, que no ha sido corrompido por la civilización. Lo hemos visto incontables veces en el cine, en historias como la de Tarzan, Avatar, La laguna azul, entre otras. Sin embargo, el Capitán fantástico de Mortensen es un buen salvaje por voluntad: ha probado la vida en las grandes ciudades y ha decidido que son nocivas para la mente. Su solución rebelde e idealista es tomar lo que le sirve de la sociedad, criar a su familia en completo aislamiento y añadirle un nivel más al mito: el intelectualismo. Aquí, vivir en el ostracismo no sólo es la receta para un corazón sano y auténtico, también lo es para criar niños genios (capaces de hablar cuatro idiomas), críticos, y, en apariencia, plenos. ¿Quién necesita la Navidad cuando se tiene a Noam Chomsky y a Dostoyevsky?

La película tiene sus mejores momentos en esta primera hora, cuando los rebeldes permanecen recluidos y vemos la dinámica de esta familia inusual. Ross logra hacernos sentir empatía y curiosidad por este clan casi inmediatamente, mientras que Mortensen, por su parte, acierta al alejarse de los roles contenidos a los que nos tiene acostumbrados. Esta vez, ofrece una actuación más visceral y expresiva. Su interpretación, de hecho, logra su cometido de convencernos en un inicio de la utopía, de que su personaje ha dado con el sistema educativo perfecto… hasta que una situación familiar lo obliga a enfrentarse con sus hijos a lo único para lo cual no están preparados: el mundo real.

A partir de aquí, la cinta se convierte en una odisea que, aunque se percibe forzada para mantener las tensiones y el drama vivo –el choque de Ben con su suegro, quien desaprueba su ideología anticapitalista–, se vuelve un constante detonador de reflexiones: sobre la paternidad, la diferencia entre guiar e imponer las propias creencias, y la necesidad de aceptar otras realidades diferentes a las de uno. Estos cuestionamientos se le presentan como interesantes reveses al personaje de Ben –quien sostiene toda la cinta–, y nos acompañan de forma poderosa, mientras, por el otro lado, descubrimos los talones de aquiles del argumento que lo rodea. Uno de ellos es el tratamiento de los hijos, por ejemplo, quienes, a excepción de dos de ellos, parecen ser un mismo paquete: en lugar de ser seis personajes distintos, terminan siendo “los hijos”, una suerte de personaje colectivo sin rostro. Otro, por su parte, es el sentimentalismo del final, que llega como una recompensa gratuita.

Sin embargo, Capitán fantástico es un drama familiar carismático, que enciende las ganas de pensar. Además, tiene otra virtud inesperada y, estamos casi seguros, no intencional. Se trata de una película cuyo tema ha adquirido especial relevancia en estos tiempos, de Brexit, de Trump, de naciones que, como el personaje de Mortensen, sienten la necesidad de cerrarse y aislarse para conservarse auténticas: para, desde ahí, dejar huella en el mundo. Sucede que la pequeña cinta de Matt Ross, sobre algo tan doméstico como las dificultades de la paternidad, tiene también un mensaje a nivel geopolítico, que le aporta un valor coyuntural sorpresivo. El mensaje es este: si quieres cambiar al mundo, tienes que ser parte de él.

 

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autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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