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Carolina Costa: mirar el mundo a través del lente de la empatía

18-05-2021, 3:59:27 PM Por:
Carolina Costa: mirar el mundo a través del lente de la empatía

La ganadora del premio Ariel, responsable de las potentes imágenes de El baile de los 41, nos comparte los secretos de su mirada.

Carolina Costa nació en Brasil, pero su trabajo como cinefotógrafa la ha llevado a plasmar su sensibilidad en producciones de distintas partes del mundo. Desde Río de Janeiro hasta Bielorrusia, su curiosidad por abrazar nuevos entornos siempre ha estado presente. Habrá quien piense que esto sucede todo el tiempo en personas dedicadas a la cinefotografía, el arte de escribir con imágenes; sin embargo, mientras hay cineastas que eligen quedarse en cierta región para desempeñarse, ella se encuentra siempre en movimiento. Esta multiculturalidad –alimentada por travesías que cualquier trotamundos envidiaría– tiene un propósito: impulsar cambios en cualquier lugar que sea posible.

“El cine me fascinó desde niña, cuando muy joven vi una película de Macedonia que me encantó. Siempre me encantó [también] la idea de conocer otras culturas, y creo que, un poco, mi trabajo se junta a esto”, nos cuenta en entrevista. “Me generó la posibilidad de ir a muchas partes, conocer gente de otros países, otras culturas. Creo que estas dos pasiones, tanto por mi trabajo, como por explorar otros mundos y otros universos, se juntan ahí de una manera hermosa”.

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Carolina Costa cree en la representación delante y detrás de la cámara.

Ya son bastantes los lugares que la cineasta ha pisado junto con su cámara, pero hay tres que resultan esenciales para poder repasar su trayectoria. Estudió fotoperiodismo en la Universidad Católica de Río de Janeiro, pero decidió continuar su ciclo de aprendizaje en la Universidad de las Artes de Londres. «En la universidad de Rio no había un curso dedicado al cine, y yo ya empezaba a querer migrar a esta área», nos comparte. «Y mientras estudiaba periodismo fue una época de mucha violencia, y esto no lo veía reflejado en los periódicos. Con estas ganas de mirar a la realidad de forma distinta, y con esta ilusión de Londres, me parecía un lugar con mucha libertad, me fui para allá».

Después de obtener su maestría en cinematografía por parte del American Film Institute y trabajar en varios cortos, como Way in Rye o Contrapelo, su primera oportunidad como directora de fotografía de un largometraje se concretó en México con Las elegidas. La película representó su primera colaboración con el cineasta mexicano David Pablos y le valió el premio Ariel a Mejor fotografía, así como una nominación en los Premios Platino de Cine Iberoamericano.

Hoy, esa colaboración da frutos nuevamente en la película El baile de los 41, que explora la fatídica redada de aquel baile que la historia oficial y la homofobia han querido enterrar. En su segundo proyecto con Pablos, las imágenes de Carolina capturan la libertad clandestina a la luz de las velas, los sentimientos de los personajes, atrapados por la moral y las buenas costumbres. La producción le supuso una gran oportunidad para llevar a cabo ese ejercicio tan suyo de mostrar experiencias humanas invisibilizadas: «Fue una experiencia hermosa, hermosa, pues de esto, de contar una historia tan importante en México que estaba escondida. Y esta colaboración con David Pablos fue hermosa [por el hecho de] poder reencontrarnos después de Las elegidas y hacer algo precioso. Fue, la verdad, una experiencia muy, muy, muy bonita con los actores y el set, y nada, me siento afortunada de poder ser parte de este proyecto en que se cuenta una historia tan importante, creo, para México».

El baile de los 41, de David Pablos, fotografiada por Carolina Costa.
El baile de los 41, de David Pablos, fotografiada por Carolina Costa.

El arte de conectar con otros

Carolina sabe que un factor clave para adentrarse en nuevos proyectos es tener la habilidad de compartir lo que las personas a su alrededor sienten y viven. Esto es algo que no pasa desapercibido cuando se observa su currículum, uno de versatilidad constante.

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Carolina Costa trabajó en Mano de obra, de David Zonana.

“Para poder hacer mi trabajo, para fotografiar una historia uno tiene que poder tener empatía al otro. Es muy importante eso, porque puedes estar fotografiando una historia o un personaje en esta historia que quizá tiene un background distinto al tuyo, una historia de vida distinta y [tienes que saber] cómo te acercas a su experiencia. […] Creo que la posibilidad que mi trabajo me generó de viajar a otras partes, de conocer a gente, de conectarme a otras culturas y otras historias me ayuda también a tener esta empatía, poder mirar al otro a través del lente de la empatía«, nos comparte.

Como creadora, Carolina está consciente de que, muchas veces, para generar tal enlace emocional, es preciso que sean los propios personajes los que nos cuenten sus experiencias con su propia voz. En este sentido, mucho de su trabajo consiste en hacer que los protagonistas de sus historias sean escuchados y sean vistos. Para lograr esa visibilización, la cinefotógrafa considera que el esfuerzo debe hacerse delante y detrás de la cámara, ya que la verdadera diversidad únicamente se logra cuando nos salimos del círculo de lo que ha predominado durante años –que comúnmente es el estereotipo del hombre blanco heterosexual–. Cuando es momento de decidir, Carolina se inclina por situaciones que no se hayan visto en pantalla, tales como la vida de una joven estadounidense-musulmana radicada en Chicago (Hala, 2019) o la de unos trabajadores de la construcción en la Ciudad de México (Mano de obra, 2020).

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Costa espera que historias como Hala sirvan para darle voz a personajes que antes no la tenían.

«Yo, afortunadamente, soy parte de una generación que sí empieza a ver el cambio», nos platica. «Empecé como asistente de cámara en Inglaterra, donde estudié y empecé a trabajar. En ese momento, la verdad, no había mujeres en el departamento de cámara, siempre era la única. Fue hasta [que trabajé en] Estados Unidos que la industria empezó a cambiar y empecé a darme cuenta de la falta de representación, ya sea latina, sean mujeres, sean personas de color».

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Fue justo ese deseo de apoyar el cambio lo que la llevó a una búsqueda de talento tan pertinente como fructífera, a través de un proyecto que tiene el fin de apoyar a jóvenes latinas que, como ella, aspiran a capturar imágenes en movimiento. Como parte de este programa, Carolina funge como mentora de las mujeres que se acercan a ella, entrenándolas de manera inmersiva, llevándolas a los sets. Por si esto fuera poco, con mucho orgullo comparte que muchas de las chicas que al principio practicaron con ella ahora ya trabajan por su cuenta.

«Ellas empiezan desde la preproducción y van conmigo hasta la posproducción de un proyecto y así pueden ver todo el proceso creativo y acompañarme directamente, y puedo también acompañarlas en los cortos que ellas están haciendo».

Adaptarse a otras mentes

La trayectoria de Carolina deja claro que su ojo es capaz de interpretar las distintas visiones de cada directora o director. Actualmente se encuentra en Los Ángeles cofotografiando, junto con Ava Berkofsky, la serie Insecure, de HBO. Además, ha colaborado en cintas como Crystal Swan, de Darya Shuk –representante de Bielorrusia al Óscar–, o Wander Darkly, de Tara Miele, protagonizada por Sienna Miller y Diego Luna. Asimismo, fotografió la segunda unidad en Suspiria, de Luca Guadagnino. Todos estos filmes son muy distintos, pero comparten una característica: fueron logrados gracias a un proceso en particular, por el cual pasan todos los proyectos de la cinefotógrafa.

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Con Wander Darkly capturó la belleza onírica después de la tragedia.

«Una cosa es empezar con la decisión de tomar un proyecto o no, y la historia y la manera en que se cuenta la historia y cómo se miran los personajes desde el guion. Es muy importante. Yo tengo que sentir que puedo ayudar a un director o a una directora a contar esa historia, porque la verdad esto soy, una ayudante para directores y directoras al contar una historia», dice. Y agrega: «Después es entender cómo puedo encajarme, cómo puedo colaborar».

Para encajar, Carolina sabe que es necesario entrar lo mejor posible a la realidad a retratar. Por ejemplo, para su trabajo en Las elegidas, fue de gran ayuda recorrer las calles de Tijuana para tener una mejor noción del entorno. Sin embargo también es consciente de que, si no se pertenece a tal o cual universo, siempre existirá una perspectiva diferente, una mirada desde fuera. Aún así, nunca estará de más vivir estos mundos como si fueran propios. Puede ser con luz, composición o con muy buena investigación, pero lo importante es experimentarlo desde dentro.  

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Su trabajo en El baile de los 41 le supuso una gran experiencia.

Por otro lado, alimentando su necesidad de exploración constante –y tratando de no repetirse–, la cineasta quiso llevar sus tomas recientemente al género del terror con El exorcismo de Carmen Farías, película que ahora se encuentra en cartelera mexicana. «A mí, cuando niña, siempre me encantaban las películas de terror y siempre tuve ganas de hacer una, y Molo [Alcocer], que escribió el guion, es un amigo y compañero de la escuela de cine donde hice mi maestría. Él me contactó sobre el proyecto y a mí me encantó la idea de poder hacer una película de terror, que fue de alguna manera lo que me inspiró a hacer cine».

Carolina Costa nos menciona que es imperativo elegir con responsabilidad antes de trabajar en cualquier aspecto audiovisual, y tiene razón. Después de todo, los cambios llegan, y si tales transformaciones se ven tan bien en la pantalla, dicha responsabilidad habrá funcionado.

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El baile de los 41 ya está disponible en Netflix.

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autor Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los "Philly Steps" y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.
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