Cosas imposibles – Crítica de la película mexicana

En Cosas imposibles, su quinta película como director, Ernesto Contreras (Sueño en otro idioma, 2017) vuelve a demostrar su capacidad para hacer afines las historias de amistad y soledad a partir, en este caso, de la relación entre una mujer de 60 años y un chico de 19 partiendo del elemento clásico de la pareja dispareja. Entre el humor y el drama, el cineasta tomó el guion de Fanie Soto para construir este relato sobre el recomienzo a pesar de las adversidades, los traumas, las soledades, la violencia de género e identidades y las adicciones a partir de un fuerte lazo de amistad.

Filmada en locaciones de la Unidad Infonavit Iztacalco (con su impresionante iglesia en forma de pagoda), el metro de Ciudad de México y algunas calles de la ciudad, Contreras parte de la sencillez para hacer fluida la complejidad de lo que pasa en la mente de Matilde (Nora Velázquez), quien recientemente ha enviudado pero sigue viendo y recibiendo los insultos de su esposo Porfirio (Salvador Garcini). Sin haber trabajado nunca, Matilde pronto se encuentra con la situación de que la empresa donde trabajaba su marido ha quebrado, por lo que ya no recibirá su pensión mensual y tiene que hacer algo para obtener recursos.

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Miguel (Benny Emmanuel) nota que algo raro le ocurre, así que se acerca a ella para ofrecerle ayuda, estableciendo el acercamiento entre ambos, dos personas solitarias que a lo largo de los años apenas si habían intercambiado saludos. La película Cosas imposibles aprovecha sus locaciones, tanto las de interiores como de exteriores, para crear la relación íntima de sus personajes. Los diálogos, los acompañamientos y los secretos que van descubriendo uno del otro solidifican la solidaridad y la complicidad entre ambos, una amistad difícil de creer y poco abordada en el cine aunque no hace mucho vimos un ejemplo divertido y entretenido en el cine francés con La estudiante y el Sr. Henry.

La historia es entrañable. Tanto Benny Emmanuel como Nora Velázquez funcionan perfectamente en sus papeles. Él como un dealer que tiene en su puesto de zapatos de un tianguis la máscara perfecta para mover sustancias ilegales y que tiene un secreto muy grande que no quiere compartir, y ella ocultando las alucinaciones que tiene de su marido debidas al maltrato pero sobre todo el secreto muy grande que tampoco quiere compartir.

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La interacción entre ambos, que tiene sus altibajos, es a un tiempo emotiva y divertida. Construida con solidez por Contreras, que siempre ha demostrado su capacidad para los personajes complejos, tiene en los diálogos y las caminatas solitarias por la cancha/explanada junto a los edificios de viviendas, trabajadas con buen ojo por el fotógrafo Cesar Gutiérrez por los colores propios de la locación y de la simbología de las situaciones, momentos de alta carga dramática.

Ernesto Contreras vuelve al tema de la soledad, una constante desde su ópera prima, Párpados azules (2007). Sin embargo, la película Cosas imposibles tiene una positividad que en tiempos tan aciagos siempre se agradece. Una mirada optimista construida alrededor de una historia de tintes realistas, con problemas contemporáneos y acuciantes, como la situación económica de muchos adultos mayores que viven solos.

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Javier Pérez Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".